Se cumple hoy lunes 7 de octubre un año de la incursión de miembros del grupo islamista palestino Hamás en territorio israelí, con 1,195 muertos, 815 de ellos civiles, y 250 rehenes.
Pero la respuesta, que nadie en su sano juicio podría justificar, ha sido terrible, con más de 41,825 muertes, la mayoría niños y mujeres.
Naciones Unidas, en un informe del 19 de septiembre pasado, documenta el genocidio: “Desde el 7 de octubre, en la Franja han muerto más de 16,756 niños, al menos un millón han sido desplazados, 21,000 están desaparecidos, 20,000 han perdido a uno o ambos progenitores y 17,000 están solos o separados de sus familias”, afirma.
Esto, para António Guterres, secretario general de la ONU, equivale a un “sufrimiento humano épico”.
En cuanto a las mujeres, un informe del 01 de octubre de Oxfam Intermón señala que en la franja han muerto más de 6,000. “En un año el ejército israelí asesinó a más mujeres y niños en Gaza que durante el mismo período en cualquier otro conflicto de las últimas dos décadas”, indica.
No se puede mirar para otro lado ni entrar en el rejuego geopolítico de países grandes y pequeños que se acusan o guardan un silencio cómplice.
Y aunque muchos dedos señalarán hoy hacia un lado u otro, no hay comparación con ninguna otra guerra, porque en Gaza se combate a un grupo terrorista, no a un ejército, y si el terrorismo de Hamás es injustificable, también lo es la desproporcionada respuesta.
En otro escenario, en Ucrania, donde libran una guerra dos ejércitos regulares súper equipados, en 31 meses, según Unicef, murieron casi 2,000 niños, más de ocho veces menos que en Gaza en 12 meses.
En su momento, Tedros Ghebreyesus, director de la OMS, denunció en el Consejo de Seguridad: “El sistema de salud en Gaza está de rodillas, con hospitales abarrotados de heridos, enfermos o moribundos; morgues atestadas; operaciones sin anestesia y decenas de miles de gazatíes desplazados y refugiados en los hospitales”.
Israel ni siquiera ha escuchado el llamado a un alto el fuego, un reclamo que todo el mundo debería respaldar.
La historia juzgará a los líderes mundiales que apoyaron o hicieron mutis por el genocidio en la Franja de Gaza, principalmente por su doble moral que condena una guerra pero se calla ante la barbarie en otra.