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La República Dominicana es un país de fuerte y acendrada tradición católica, con una población devota que celebra por todo lo alto las festividades religiosas o con sobrio recogimiento cuando se trata de recordaciones solemnes.
Precisamente este 30 de mayo, cuando se cumplen 60 días del Domingo de Resurrección en el calendario litúrgico, se celebra el Día de Corpus Christi, que significa el cuerpo de Cristo.
Se trata de una festividad que conmemora la presencia de Jesús en el santísimo sacramento, una presencia que los fieles experimentan al recibir la ostia consagrada durante la eucaristía, y que equivale, entre otras bendiciones que la Iglesia católica concede a sus fieles, al perdón de los pecados.
La mayoría de las Iglesias suelen organizar su fiesta los días domingo, cuando la afluencia de fieles a los templos es mayor, pero de todos modos esa fecha marca un hito en el calendario eclesial, se celebran procesiones y las capillas permanecen abiertas.
Entre las realidades que debemos resaltar figura que, aunque la República Dominicana es un país de mayoría católica y cristiana, todas las confesiones religiosas conviven en armonía en un estado de derecho que garantiza la libertad de cultos, por lo que ningún fundamentalismo religioso tiene lugar en nuestro territorio.
Estas precisiones caben, sobre todo para los cristianos, en esta época en que parecen multiplicarse por todas partes las diferentes sectas y grupos de riesgo que, con el pretexto de la fe y con la prédica de ciertos “iluminados”, se dedican a captar gente y sobre todo a vaciar los bolsillos de los fieles y de los incautos.
Pero también hay que estar atentos a la cantidad de supuestos fieles que se muestran piadosos en las iglesias, que aman los primeros asientos en los templos pero con pasmosa indiferencia se lavan las manos cuando en sus comunidades se presentan problemas acuciantes, o que prefieren mirar para otro lado cuando se trata de dificultades de vieja data.
Sin embargo, justo es reconocer que en República Dominicana los buenos católicos son mayoría y hay una enorme cantidad de personas dedicadas a ayudar al prójimo, con proverbial solidaridad, que es precisamente lo que Jesús predicó hasta con su vida.
Que esta celebración sirva para que los buenos católicos renueven su fe y, bajo su impulso, podamos trabajar unidos por un país mejor para todos.