El Ministerio de Educación, con apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infantica (Unicef) retoma la implementación de la Estrategia Nacional de Cultura de Paz, un proyecto que apunta a erradicar la violencia escolar y promover una convivencia armoniosa en los centros educativos, como también generar un ambiente propicio para el aprendizaje.
Como parte de la sociedad, la escuela no es ajena a la violencia, que puede manifestarse de diferentes formas en la convivencia entre los estudiantes, como también en el manejo de las autoridades escolares.
Nuestra sociedad es violenta, las películas, series de televisión y videojuegos que consumen niños y adolescentes tienen demasiada violencia, y una inmensa mayoría de padres y abuelos consideran que el castigo físico es “la mejor manera” de corregir a los chicos.
Vemos en las redes sociales cartelitos que muestran una vara, una correa y chancletas con leyendas como: “Gracias a que a mí me criaron con esto soy una persona de bien, y cero traumas”, como si gracias al castigo físico también se hubieran graduado de sicólogos.
Apoyamos esta iniciativa del Minerd, que “busca fortalecer las capacidades de la comunidad educativa para el manejo positivo de la disciplina y el procesamiento del conflicto, así como la autorregulación emocional, con técnicas, herramientas concretas para utilizar en las aulas, así como la prevención de violencia de género, y promover estilos de crianza positiva en las familias”.
La violencia en las escuelas no es más que un reflejo de la violencia que se vive en las calles, en los barrios, en las familias, y no es posible pensar en su erradicación sin un abordaje integral, que tenga en cuenta las características sociales, culturales y ambientales de cada centro educativo.
La escuela tiene, entre otras tantas misiones, la de desaprender esa violencia, por ejemplo, mediante el reemplazo de la disciplina del castigo por una disciplina participativa, que ponga al alumno a trabajar en la solución de los problemas y conflictos que él mismo genera, una disciplina que tenga el propósito de restaurar la armonía en la convivencia.
No es una tarea fácil, habrá que revisar constantemente la aplicación de esta estrategia, tampoco será posible sin la participación de los padres, de los maestros, de todos los que integran la “comunidad educativa”, que es donde se nota lo que los estudiantes aprenden en las aulas.