El magistrado Milton Ray Guevara, presidente del Tribunal Constitucional, ha dicho que la Carta Magna debe ser vista “como un texto casi sagrado para unir, no para desunir, y para multiplicar el sentimiento democrático, no para disminuirlo”.
En ese pensamiento hay una ganancia que no se puede traducir en cifras o porcentajes, pero que es fundamental: se siembran raíces de respeto a lo más esencial que protege la Constitución; la dignidad humana.
Ese respeto a la dignidad del ciudadano se expresa en la jurisprudencia labrada en una década, según enumera el magistrado titular del TC; la protección especial que ha tenido la mujer, los partidos políticos, los periodistas, que un niño no pueda ser sacado de una escuela porque los padres no hayan podido pagar o no han querido pagar.
Con decisiones de esa naturaleza se ha ido contribuyendo a crear una cultura jurídica sobre la base del desarrollo de una generación constitucional, con sentido profundo de su majestad y conciencia de que es garantía de sus derechos.
Precisamente forjar, pulir, moldear esa generación constitucional es una tarea pendiente, lo mismo que insistir en este décimo aniversario sobre la necesidad de que los que tienen el poder para decidirlo, determinen que se incluya su enseñanza en el currículum escolar, que se puede imprimir en cantidades industriales y en edición de bolsillo para ponerla en manos de 6 ó 7 millones de ciudadanos y algo aparentemente secundario, pero que elevaría su majestad y dignidad: que el TC pueda tener casa propia.
Otro deseo, incumplido desde 2010: que se avance en la aprobación de las leyes complementarias, en un Congreso muy politizado, escenario que generalmente obedece a intereses particulares o coyunturales para causas espurias.
En vísperas del aniversario 178 de la proclamación de nuestra primera Constitución, que coincide con el décimo de la fundación del TC, felicitaciones a sus magistrados en la persona de su presidente y que sigan adelante porque la sociedad gana al contar con un tribunal que, con autoridad, es garante de la democracia y protector de la superioridad de nuestra Carta Magna.