El ruido es un grave problema de este tiempo y sus consecuencias afectan a todas las personas, particularmente en las ciudades y en nuestros barrios, donde la población lo sufre a diario y muchas personas, en el caso de la música a altísimo volumen, lo asumen como manifestación de alegría.
En 1996 el Centro para la Audición y Comunicación (CHC) estableció el 30 de abril como el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido, para alertar y crear conciencia en la población sobre cómo influye el ruido en el trastorno auditivo y su impacto en la salud, así como incentivar a las instituciones públicas y privadas a informar a los ciudadanos sobre los peligros de la exposición permanente al ruido, e invitar a las personas a realizarse pruebas auditivas.
Recientemente el Sistema Nacional de Emergencias 911 informó que recibía cada semana un promedio de 12 mil denuncias por ruido, y las grandes urbes son las zonas donde se produce mayor contaminación sónica.
Colmadones que hasta se apoderan de las calles para instalar sus sillas, a veces a muy corta distancia uno de otro, que compiten por quién tiene las bocinas más ruidosas, vehículos que atruenan el aire con sus altoparlantes o con sus escapes libres hasta en la madrugada, desaprensivos que colocan su “música solidaria” para toda la cuadra, forman parte de un fenómeno que está normalizado por la población.
Otros graves problemas que ocasiona el ruido son la socioacusia (déficit auditivo provocado por el ruido ambiental), cambios en la regulación del sistema nervioso central, migrañas, alteración del sueño, irritabilidad y estrés, fatiga crónica y depresión, disfunciones sexuales, por citar solo algunos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la exposición a más de 70 decibelios durante un tiempo prolongado puede producir daños irreversibles en la audición.
Este problema requiere un cambio en la cultura para que la población asuma que ruido y estruendo no son sinónimos de diversión, lo que debiera comenzar por las escuelas, además de campañas permanentes contra la contaminación sónica, entre otras posibilidades.
Vamos camino a una sociedad de sordos, no solamente por la hipoacusia que el ruido genera, sino también porque al no escuchar, dejamos de interesarnos en los demás y, lo que es más grave, estamos sepultando la empatía y la posibilidad de convivir en paz.