La Estrategia de Seguridad Ciudadana del Gobierno se ha visto seriamente cuestionada con la actual ola delincuencial y con el incremento de los niveles de violencia y criminalidad.
Resulta difícil creer que es un asunto de percepción o de que se trata de crearle problemas al Gobierno o a su imagen. Se pierde la fe en el discurso de reforma y en el esbozo de los planes que supuestamente tienen un enfoque en la prevención de la criminalidad y no solo en la represión, sino en erradicar a fondo el delito, como se ha dicho.

Es común escuchar conversaciones en todos los estratos sociales, ya sea en los barrios como en sectores exclusivos, de que la delincuencia está “acabando” y la inseguridad campea; eso sucede porque crece el desprestigio de la autoridad policial por la sucesión de muertes y hechos sangrientos en los que hay agentes involucrados, hasta dentro de sus propios recintos.

Un comportamiento policial que riñe y nada tiene que ver con la promesa de planes de acción social e inversión pública, ni con la atractiva oferta de ofrecer charlas y entrenamiento a jóvenes de las comunidades como policías auxiliares.

Lo que ocurre produce un efecto inverso, porque el miedo y la desconfianza alejan toda posibilidad de que los ciudadanos se acerquen a su policía.

Sin embargo, aunque la población esté espantada, no sería ésta la primera vez que la delincuencia alcanza “picos” que perturban ni tampoco la última ocasión en que el repunte obligue a adoptar medidas coyunturales urgentes de tipo disuasivo, con el riesgo de que esto distancie a las autoridades del enfoque estratégico al que contribuyó el Grupo de Trabajo.

Lo que se necesita urgentemente es un mensaje claro a la población de que al Gobierno le preocupa lo que está pasando y evitar explicaciones simplistas o acomodaticias.

Debiera inquietar la percepción o sensación, como desee llamársele, de que la inseguridad ha ganado la calle y, ante esa falta de credibilidad, que la población se niegue a colaborar con los planes oficiales, con lo que eso podría implicar si la gente llega a sentirse indefensa.

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