Se celebró ayer el Día Internacional de la Alfabetización, como se hace cada año desde 1967, con el objetivo de crear conciencia sobre la importancia de adquirir esta capacidad como un factor de dignidad y como un derecho humano fundamental, aunque pese a los avances logrados, todavía quedan en el mundo 773 millones de personas que no saben leer ni escribir.
Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, invitaba en esta jornada “a todos los agentes del mundo de la enseñanza y de otros ámbitos a que se movilicen por la alfabetización de jóvenes, adultos y mujeres, para que también ellos tengan derecho a ser libres y a soñar”.
Entre las proyecciones de la Dirección General de Proyectos Estratégicos y Especiales de la Presidencia (Propeep), institución encargada del plan de alfabetización, figura la meta de declarar a la República Dominicana libre de analfabetismo en 2022, en caso de alcanzar una reducción a un nivel inferior al 5%.
Sin alfabetización es imposible para cualquier país, colectividad o grupo de personas, plantearse el acceso al conocimiento, que es el que abre las puertas a la evolución y al progreso de los pueblos, un proceso que no se agota en aprender a leer y escribir sino que debe necesariamente prolongarse en continuar estudiando dentro del sistema educativo establecido.
Cada vez que se celebra este día se presenta ante los especialistas y ante la sociedad en general la oportunidad para examinar a fondo, para repensar el futuro de la enseñanza y el aprendizaje en todos los ámbitos de la alfabetización, ya sea en el contexto de la pandemia y más allá de esta, desde el momento en que se comienza a regresar a la normalidad.
Acceder a la información escrita, comprender lo que dicen las letras de los periódicos, de los libros y de cualquier tipo de publicación, es un derecho inherente a todo ser humano, porque el conocimiento libera las mentes y las conciencias, y porque desarrolla la capacidad de soñar y trabajar por un mundo mejor.