Que en una población relativamente joven como la de República Dominicana haya un significativo porcentaje de adolescentes que no asiste a la escuela debiera preocupar, y mucho, no solo a las autoridades, sino a la sociedad.

Recientemente se conoció el Informe anual de Seguimiento y Monitoreo 2023, presentado por la Iniciativa Dominicana por una Educación de Calidad (IDEC), un estudio que desnuda realidades alarmantes.

En el ciclo de educación media, por ejemplo, la tasa de jóvenes de 15 a 17 años sin escolaridad aumentó de 18.00% a 25.42% entre los periodos lectivos 2019-2020 y 2020-2021 y hasta el 2023 no han mejorado esas cifras.

Hay más números preocupantes en dicho estudio, como que en el ciclo escolar 2019-2020, el 7.83% de los jóvenes de 12 a 14 años no estaban inscritos en la escuela, esa cifra trepó a 17.42% durante la pandemia y ha disminuido apenas en los dos últimos años escolares, hasta un 10.05%.

Estamos hablando de una porción de nuestra sociedad que no está recibiendo ningún tipo de formación, que no está desarrollando ninguna capacitación para insertarse en el mercado laboral, salvo en las actividades menos calificadas y con más bajas remuneraciones.

El Informe Anual de Seguimiento y Monitoreo 2023 también rescata aspectos positivos, como el aumento en la matrícula de las modalidades de Educación Técnico Profesional (ETP) y Artes que pasó de un 12.5% en el Segundo Ciclo en 2016-17 a un 30.48 % en el año lectivo 2022-2023 y el Programa de Alimentación Escolar, que en 2023 benefició a 1,859,285 personas, según el Instituto Nacional de Bienestar Estudiantil (Inabie).

Sin embargo, lo que tiene que preocupar es que, a la par de las bajas calificaciones que obtiene nuestro sistema educativo en las evaluaciones internacionales, se suma este problema del sin rumbo de adolescentes que necesita respuestas urgentes, concretas y efectivas.

Se trata de trazar políticas y elaborar programas que despierten el interés de los jóvenes por estudiar y capacitarse, hay que instalar el debate en todos los sectores de la sociedad sobre cómo habría que transformar el sistema educativo para que ofrezca respuestas a la juventud que no se interesa en formarse.

No solo los jóvenes, los responsables de administrar el país tienen que asumir, y concienciar a la sociedad toda, de que educar a la juventud es construir el futuro.

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