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Al cumplirse ayer 50 años del golpe de Estado militar en Chile y de la muerte de su presidente Salvador Allende, se produjo una sorprendente coincidencia de hechos que dieron connotación especial a la conmemoración.

Esta rememoración tuvo de peculiar que, tan recientemente como el pasado 25 de agosto, el Departamento de Estado de Estados Unidos desclasificó dos nuevos informes presidenciales que despejan dudas sobre la connivencia del presidente Richard Nixon y Henry Kissinger, su consejero de Seguridad Nacional, en los días previos para la consumación de la asonada del 11 de septiembre, y para la consolidación de la dictadura de Augusto Pinochet.

La revelación de estos registros ha acrecentado el clamor de si debería EE.UU. disculparse por haber propiciado el golpe, algo a lo que ningún gobierno, ni de republicanos ni demócratas, ha accedido.
Incluso, como si fuera parte de un guion, precisamente casi al cumplirse el medio siglo, el pasado 28 de agosto, la Corte Suprema de Chile condenó a siete militares en retiro a penas de hasta 25 años de prisión por el secuestro y asesinato del cantautor Víctor Jara, mientras estaba prisionero en el Estadio Chile.

Y un toque emotivo le ha dado el abrazo de Jimmy Lippert-Thyden, abogado penalista, con María Angélica González, su madre biológica, 42 años después de que al momento de nacer el bebé le fuera secuestrado y desaparecido, práctica común del gobierno militar.

Además, el presidente Gabriel Boric firmó un decreto para oficializar el Plan Nacional de Búsqueda de víctimas de desaparición forzada. Se estima que hubo más de 3.200 detenidos desaparecidos y ejecutados políticos durante el periodo en que gobernó Pinochet, entre 1973 y 1990.

Para rendir tributo por la ocasión, se congregaron en el palacio presidencial de La Moneda varios de los mandatarios de izquierda de América Latina, expresión de la etapa histórica que vive actualmente la región.

Satisface que, a diferencia de los años 70, hoy cualquier gobierno no parido por las urnas desentonaría en el concierto mundial, y los pueblos, y con ellos la comunidad internacional, difícilmente digieran un régimen de fuerza.

Chile conmemoró el aniversario del golpe de Estado contra Salvador Allende, y lo hizo en democracia, imperfecta, injusta, desigual o con cualquier otra carencias que se le pueda endilgar, pero es la expresión del normal desenvolvimiento de las instituciones, y con un gobierno elegido mediante el voto popular.

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