Recuerdo mi niñez como un intranquilo chiquillo que le gustaba inventar; escuché tanto aquella frase de padres: “Muchacho, no inventes”. Jugaba cualquier deporte que se les ocurriera a los vecinos, compañeros del colegio, primos u otros niños con los que me juntara. Y travesuras a borbotones.
Luego daré más detalles, ahora la pregunta: ¿Dónde quedó ese chicuelo? La misma interrogante le hago a mis clientes de mentoría.
En la vida nos van formando, o manipulando, para que seamos entes adaptados a lo que la sociedad pretende. Luego, hasta requerimos de un catalizador para dejar salir a quien en realidad somos, el niño que antes fuimos.
Un traguito desinhibe, se comienza a bailar, cantar, hacer chistes, etc. Las personas necesitan quitarse las amarras de alguna forma. ¿Por qué no en el día a día?
Nos programan: Si soy alegre, aparento poco serio. Si juego, soy infantil… Así nos llenan de cábalas para que aparentemos lo que no somos. ¡Nos quitan la emoción de la vida!
Quien ha tomado capacitación conmigo sabe que me divierto más que nadie en la sala. Hago reír y me río. No me estreso en ser otra persona, preferí siempre ser yo. ¿Me toman en serio? Creo que más de 20 años ejerciendo este oficio demuestran que la gente toma muy en serio mis enseñanzas… y se entretienen mientras las reciben.
No he parado de “inventar”, sigo siendo inquieto y buscando más allá. Lo nuevo me apasiona, y lo antiguo también.
Seguir siendo el mismo niño me hace auténtico. A pesar de tener mayor exposición pública por mi ocupación, no trato de encajarme en un papel que me haga perder mi esencia. Sé que algunos me criticarán, pero de todas maneras lo harán… su función en la vida es criticar.
¿Puedes desempolvar ese infante que tantas alegrías te dio y hacer que rija en tu vida? Permítele soñar en grande, entretenerse no importa lo que esté haciendo… no te preocupes, lo hará bien, solo que pasándola bien?