Ha partido hacia el ignoto mundo del que no se regresa una cumbre del pensamiento y del intelecto dominicano, don Federico Henríquez Grateraux. Descendiente directo de una de las familias dominicanas más ilustres, Henríquez y Carvajal.
Consagrado a las letras, a la escritura, de buen conversar, transmitía cultura y sapiencia. Como muestra solo hay que recordar sus programas sabatinos televisados, junto a su amigo y otro intelectual de talla, don Enerio Rodríguez.
Al recordar a don Federico, evoco su peculiar personalidad, su sencillez, amante del saber. Ensayista, novelista, periodista, director de varios periódicos nacionales, patriota y muchas cualidades más que adornaron su paso por la vida.
Colaborador brillante e importante del gobierno de don Antonio Guzmán y a la vez esposo y padre ejemplar. Amante de la naturaleza—en su casa tenía sembrada una mata de aguacates riquísimos, a la cual se trepaba en una escalera para luego regalar sus frutos. Le encantaba ir de compras a los supermercados.
Su vida fue una estela de bondad y humildad, cualidades raras veces conjugadas con las dotes intelectuales. Da tristeza y vergüenza al comprobar que una figura de cultura y méritos como los que le adornaban ya no formará parte del ministerio de la cultura, separado por improvisadas figuras políticas de nuestra nación. Cuando la cultura era él, que además fue miembro notable de la Academia Dominicana de Historia, del Instituto Duartiano, Premio Nacional de Literatura 2017, de cuya fructífera amistad me siento más que halagada y agradecida.
Además, histriónicamente don Federico, doña Josefita, su viuda y quien escribe, compartimos dos hijos, Carolina hija de ellos y Ariel, mi hijo, que son hermanos inseparables en el afecto. No solo el vínculo de la sangre une a los seres humanos, también el lazo de una sincera y profunda amistad, puede unirnos indisolublemente.
Entre sus grandes aportes a la literatura sobre libros como Ubres de Novelas-tra, Pecho y Espada, Hombres de dos Pisos, Disparatorio, La Feria de las Ideas (ensayo) y Un Ciclón en una Botella. A pesar de esa fructífera obra literaria, siento un total desaliento de esperanzas irredentas me invade al ver pocas expresiones de reconocimiento a esa figura. Fue además un hombre serio, justo y ciudadano ejemplar.
Hasta siempre don Federico. Las personas dejan huellas en la vida, los amigos las dejan en el corazón.