Al principio de cada año y entre la acelerada ingesta de las uvas, lo que pedimos nos deparen los próximos doce meses fue básicamente salud, dinero y amor; en esta ocasión, lo primero adquirió mayor sentido. Mientras el año avanza y transcurrida ya la tercera parte, talvez sería mejor que todos pudiéramos aspirar a tener:
1º La alegría del recién nacido, que percibe todo su alrededor con mucha ilusión y como un mundo nuevo y colorido por explorar y en su inocencia, aún no concibe los fracasos.
2º La franqueza del adolescente que, con su sinceridad -mal llamada rebeldía- cambiará el mundo, sin que los prototipos de los estándares sociales puedan callar su voz ni su forma independiente de pensar porque aún no conoce lo imposible.
3º La fidelidad del perro cuando profesa el cariño más desinteresado porque no exige nada a cambio y agradece la más mínima atención con un simple movimiento de cola.
4º La paciencia del buen profesor que insiste ante ese estudiante renuente para poder extraer de él ese diamante oculto, bajo el carbón que le han hecho pensar que es.
5º La esperanza del que participa en un concurso que, aun sabiendo que quienes le contienden son una competencia atroz y le aventajan con mayores posibilidades, poder y aptitudes que él, no por eso se detiene.
6º La versatilidad de una madre, trabajadora y esposa que cual malabarista intenta desempeñar todos sus papeles de manera perfecta y quedar bien en todo y con todos, al mismo tiempo, aunque no siempre lo logre.
7º El optimismo del votante a quien, a pesar de que lo defraudan cada vez, vuelve a las urnas a depositar su confianza en las mismas personas y por iguales motivos.
8º La perseverancia del enamorado, al que no le valen los desplantes para lograr su conquista porque en su ensimismamiento vive su propia realidad y va con todo, indetenible, a pesar de los pronósticos.
9º La ambición del recién graduado, al que nada ni nadie puede detener en su carrera a la cima para ser ese profesional por el que escogió su oficio y en el que aspira convertirse.
10º La disciplina del deportista para avanzar hacia su destino con la plena convicción de que su energía y disposición lo mantendrá en pie hacia la meta.
11º La entrega del sacerdote que es el consejero espiritual de toda la familia y ha renunciado a formar la propia.
12º La resignación del anciano, cuando entiende que hay circunstancias que no puede cambiar y aun así, vive en santa paz, esperando con paciencia que termine su paso por este mundo, pero sabiendo que lo dejará mejor de cómo lo encontró.
Son deseos simples y por eso, obtenerlos no lo es tanto, porque en lo sencillo es precisamente donde siempre nos complicamos.