Cada desastre nacional, trátese de condiciones naturales o producto de acciones de la gente, descarna una serie de carencias, de actitudes de la ciudadanía, de una cultura que tiende a lo peor, falta de equipos o de entrenamiento. Cualquiera sabe de todo y no requiere “licencia” para ejercerlo como profesión o para ganarse la vida. Esto último sin título, certificación, estudios diversos y especializados habiéndose creado una casta: los PDF (padres de familia), clase al margen de la ley y sobre todos los derechos de los demás. La reciente catástrofe de San Cristóbal, deja dolorosas lecciones y acumula 33 víctimas contadas y no de manera definitiva. Como no hay versión oficial, existe un millón de conjeturas y “teorías”, sin fundamento alguno, que suplantan un análisis profundo para definir que no se repitan estos eventos. El dueño de la desmantelada fábrica de plásticos, asegura que no tenia en el sitio material explosivo ni que pudiera incendiarse de la manera que ocurrió. Que en su negocio había un solo empleado trabajando y que falleció por asfixia en un baño y no por quemaduras o lacerado por una explosión, lo que lo ubica lejos del foco primario. Se habla de un “soldador” que removía un tanque de propano de 500 lbs. Un operario de esta ocupación sabe que la llama abierta es enemigo mortal del GLP, de los tanques de combustibles y más si tienen gases. Pero ¿era un perito certificado? ¿Por quién?… A los sobrevivientes quemados les queda una vida de sufrimientos y rechazos a más que evidencia que los hospitales regionales carecen de unidades especializadas para pacientes de este tipo. La explosión fue de tal envergadura que destruyó y dañó edificaciones que obligan a demolición. Allí existió un antiguo mercado ¿Qué podía haber debajo del suelo? No existen registros municipales que arrojen luz al pasado. Es evidente que los bomberos nacionales, héroes anónimos, laboran con pocos equipos, en ocasiones inadecuados pero les sobran carencias y voluntad. Ese es un tema recurrente en accidentes de este tipo y recordamos otros de reciente ocurrencia. El miércoles pasado enfrentamos la presencia de la tormenta tropical Franklyn, que atravesó el país de sur a norte y dio tiempo a avisar detalladamente para que la gente se preparara. El gobierno suspendió labores y se preparó como en pocas ocasiones, dando alerta a los equipos de auxilio. La actitud de muchos desaprensivos fue desacatar las instrucciones y recomendaciones de la Defensa Civil, el COE y otros que tenían información fidedigna, trayectoria y fuerzas del fenómeno. 3 muertos se cuentan entre las pérdidas más valiosas a más de los trastornos materiales y daños que dejó a su paso la tormenta. Algunos ríos, ante tanta lluvia, salieron de sus cauces, causando daños mayores que aún se cuantifican. Miles de vehículos transitan en las calles criollas, como bombas de tiempo rodantes, con equipos inapropiados para GLP o gas natural, sin que importe las calificaciones de quien lo instaló ni la capacidad de operar apropiadamente. Se pueden transportar pasajeros en un vehículo sin autorización de nadie y sin que “autoridad” alguna lo inspeccione. Basta el letrero del sindicato para colocarse sobre las leyes naturales y la de los hombres, ni se diga. En San Cristóbal se lucieron los bomberos y los equipos caninos que solo ubicaron cadáveres.