Circula desde hace mucho en diversos sitios de la web un catálogo de enfermedades que solo existen en esta viña tropical del Señor, y que los extranjeros deben aprenderse “obligao” para saber si las están padeciendo y buscar una cura.
Como son más de treinta solo trataremos las más llamativas. “Una vaina rara”, es cualquier afección desconocida en cualquier parte del cuerpo, la “flaquindé”, en cambio, es una delgadez extrema, casi siempre consecuencia de “estar en olla”, que no es una enfermedad sino una enorme pobreza, la “garrapela” es una molestia en la garganta, ronquera o disfonía, se cura con el tiempo, como casi todas las otras.
El “emparche” es un problema digestivo, generalmente por comer una comida guardada durante varios días, o un enlatado talvez “pasaíto”.
Otra afección que ni los científicos de Harvard han conseguido explicar, es la que le da al que “cogió un viento”, es decir un elemento que jamás se deja agarrar, pero que los dominicanos sí pueden “coger” y eso los enferma.
Las toses excesivas, síntoma de tuberculosis, hacen que alguien esté “malograo” pero, si se disloca una mano, tendrá la “muñeca abierta”, si la persona sufre de irritaciones en la piel estas podrán ser de dos tipos, la “pichicha” o la “guachipa”, parientes directas de la “saranana”, enfermedades cutáneas que producen “raquiña”, porque obligan a rascarse permanentemente.
Estar con “la luna” es algo que solo les da a las mujeres, generalmente cada 28 o 30 días, mientras que quien ha sufrido un accidente de tránsito quedará “deguabinao”, que podrá ser un poco o muy según la gravedad.
La persona que siempre está enferma y todos los días algo le duele, estará “precundía”, lo que explica ciertas jaquecas nocturnas de algunas mujeres renuentes a cumplir con sus obligaciones maritales.
La “boquilla” es un tipo de herpes bucal y el “ojo de pecao” es una verruga que solo se remueve con cirugía, pero que afecta a los que se ponen a contar estrellas, según la cultura popular.
Finalmente, el “patatú”, y su primo hermano, el “yeyo”, se parecen al “soponcio”, y a veces se confunden con un ataque de loquera que puede requerir hospitalización, aunque no siempre, porque aquí saben curarlo; es que cada dominicano es un “patatusólogo” sin diploma.