Los que se dicen independientes no lo son, como tampoco lo es un abogado, entre otros, de prosas ágil y diario gratuito, que, bajo licencia ciudadana -y en todo su derecho-, nos quiere vender la idea de que es una suerte de filósofo “apolítico”, librepensador o, cronista de lo cotidiano cuando es evidente que, como cualquier político -porque lo es-, toma partido, aunque vestido de pendejo. Sí, eso dije: ¡de pendejo!
Quizá, le falte coraje para proclamar, abiertamente, nombre, apellido y siglas de sus preferencias. Sin embargo, e insisto, se hace el pendejo, pues, en cada artículo-deshago o insulto, se le ve el refajo blanco-azul -por inferencia-. Es su derecho; pero tampoco hay que aceptarle, así por así, que uno es pendejo.
Karl Popper en “La sociedad abierta y sus enemigos”, nos induce a no “reverenciar a los grandes hombres” y a rechazar todo “historicismo” filosófico; pero sucede que nuestra sociedad más que “abierta” es alegre y bullanguera, y así nos encontramos con sujetos, escribidores y líderes que apelan a “filosofar” para no confesar bando político, abandonar un partido y “fundar” otro, pero, apostando a ganar las próximas elecciones con las bases o miembros del que abandonaron -¿se habrá visto semejante tomadera de pelo?-; igual, si se presenta una crisis, que no es política si no sanitaria, quieren que el presidente de turno los convoque para ellos trazarle lo que hay que hacer, diferente a lo que se estila: ponerse a disposición y en qué puedo ser útil (sencillo). Pero no, la nuestra, desde la oposición, es una democracia de pasarelas (exhibición-protagonismo).
Por ello, aparecen, como por arte de magia y zafra electoral, piratas incendiarios de vertederos, políticos denunciadores de corrupción y narcotráfico que, algunos “periódicos”, medios y “periodistas” publican sin la más elemental indagatoria-confirmación, para luego descubrir que los denunciantes, viejos zorros de la “política” y otrora colindancia- “Cosa nostra”, donde dijeron digo, ahora dicen Diego. Porque ahora, ya no hay muertos de campañas electorales, sino encuestas caseras y bulos-mentiras de cloacas y redes sociales.
Así, hemos llegado a una “democracia” de oposición de pasarelas: donde cualquiera puede recitar sus mentiras, abrir su tienda-bazar de partido, exhibir, sin rubor, su transfuguismo, escribir artículos-análisis -de perspectiva- para eximir al líder-candidato que ayer despotricaba, pero que hoy, curiosamente, es “un Estadista” (“cosa más grande chico”, como solía exclamar el inolvidable Tres Patines); o escuchar a un candidato contar 200 camas teniendo enfrente 20. ¿Daltonismo o qué?
Suerte que la mayoría -productiva y sensata del país- valoró positivamente el discurso y las medidas anunciadas por el Presidente -el lunes-; aunque, de la oposición de pasarelas, sólo mutismo, campañas sucias y desvaríos…