Hasta hace 10 u 11 años, al margen de las posiciones encontradas respecto al tema de la migración haitiana hacia nuestro país, no era un tema de debate la delincuencia cometida por haitianos en territorio dominicano porque era prácticamente inexistente. Estas personas venían a trabajar, a buscar servicios de salud y condiciones básicas para vivir que no encontraban en Haití, de forma tímida y clandestina y generalmente evitando cualquier clase de situación conflictiva que provocase ruido.
Esto ha cambiado radicalmente. Al día de hoy, regiones como el sur completo se encuentran azotadas por los actos vandálicos de haitianos que delinquen.
En Bahoruco, por ejemplo, representantes de grupos como Dignidad Jurídica han tenido que intervenir para evitar agresiones físicas en contra de personas indefensas de parte de las turbas que integran los haitianos que se dedican a cometer acciones reñidas con las leyes dominicanas.
Entre atracos, asesinatos, estupros, balaceras, robo de ganado y sustracción de objetos, se ha vuelto pan de cada día la comisión de delitos por parte de haitianos en el sur y en otros lugares del país cerca de la frontera como la provincia de Dajabón, cuyos habitantes han hecho numerosas quejas por estas razones.
Según los datos preliminares y muy conservadores de los organismos de seguridad, en el sur del país al menos uno de cada tres actos delincuenciales es cometido por haitianos.
Y para la Policía Nacional es mucho más difícil y delicado hacer su trabajo de prevención y persecución del delito cuando se trata de haitianos, pues tienen que manejarse con guantes de seda para intentar algo que es prácticamente imposible: Que no les llamen racistas y xenófobos.
Mientras tanto, miles de delincuentes haitianos, algunos de los cuales incluso fueron condenados en su país y escaparon de prisión, tienen en zozobra a Neyba, Barahona, Jimaní, Elías Piña, San Juan, Pedernales, Ocoa y muchos otros lugares más, cada vez más afianzados, desafiantes y con mayor impunidad.
Parece una guerra silente y un aprovechamiento abusivo de la lástima que por razones humanitarias muchos sienten por los ciudadanos que emigran de un país inviable, pero negociando con la pena, la bondad y la solidaridad del vecino, estos delincuentes se han convertido en un gran peligro para la República Dominicana.