Cuando por mero y lamentable accidente descubrimos que un general retirado usaba técnicas típicas del sicariato (arma ilegal, tiro de gracia), y que pese a acumular un prontuario de acciones ilegales había presidido uno de los más importantes puestos de lucha contra el delito -¡Despertemos!-, es porque hemos estado durmiendo con el enemigo.
El general Félix Alburquerque Comprés, puesto en retiro por el presidente Luis Abinader a su llegada al poder, había alcanzado la jefatura de la Dirección Nacional de Control de Drogas pese a tener graves antecedentes en su hoja de vida.
La mayoría de los integrantes de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional son servidores íntegros y correctos, y las inconductas de algunos de sus individuos descarriados no significan daño en todas las instituciones.
Pero algunos mandos militares y funcionarios políticos coexistieron con un enemigo como la evidente falta de rigor normativo, inadvertencias y complicidades que privilegiaron el que una persona de la conducta de Alburquerque Comprés ascendiera a tan cimero cargo.
Tuvimos la iglesia en manos de Lutero, ya que los ilícitos vinculados al tráfico de drogas engendran la mayoría de las acciones del crimen organizado y la delincuencia común, y aceleran la violencia que tanto dolor y luto y desasosiego y angustias causan a las familias.
Los dominicanos hemos resistido a quienes ostentando autoridad permitieron la existencia de enclaves al servicio del mal. “Condenaban” las ilegalidades, pero impedían que los delincuentes fueran castigados por la ley, porque así generaban el ambiente que les permitió acumular fortunas y capitales que ocultan o tienen a nombre de testaferros, pues no pueden exhibirlos como propios.
La sociedad ha tenido razones para la decepción, ya que ha padecido gran frustración con gobernantes ofertados como nuevos redentores, que terminaron patrocinando la corrupción y la impunidad hasta el hartazgo.
Parecería a veces que nuestra sociedad se encuentra adormecida por la cultura de posverdad y las matrices de comunicación manipuladora, orquestada durante el más largo período gubernamental de un mismo partido en los tiempos modernos, 20 de los últimos 26 años. Los esfuerzos iniciados por el presidente Abinader para sanear la administración gubernamental, reformar a la Policía Nacional, el extraordinario aporte de librar el ministerio Público del comisariato partidista, son señales de cambios claras y firmes, una buena profilaxis social para avanzar.
Es cierto que conforme indican encuestas de credibilidad una amplia mayoría del pueblo aprueba esos cambios y proyectan que para darle continuidad elegiría en primera vuelta al Presidente, si se presentara a las próximas elecciones.
Pero falta que además de su apoyo privado a los cambios, la gente se exprese en la plaza, que haga pública su determinación de respaldar las reformas que la librará de estar “Durmiendo con el enemigo”, como se titula la excelente película con Julia Roberts.