La semana pasada se celebró en el país la Conferencia Centroamericana y del Caribe de Partidos Políticos, organizada por el Parlamento Centroamericano (Parlacen), que, entre otros temas, de la agenda hemisférica y global, abordó la manida “crisis de los partidos políticos” desde la socorrida explicación, acrítica-deficiente, de que los partidos están en crisis por dos razones básicas: desconexión con el palpitar de las sociedades y desfase con los avances tecnológicos y manejo de redes sociales. Por ese agujero de complacencia y verdades a medias, se escapa-diluye la verdadera crisis de los partidos , a saber: las de sus liderazgos-gerencias-jerárquicas, porque ¿quiénes dirigen esos partidos-“aparatos”? ¿Las masas?
Y en el caso de nuestro país, tal enfoque –excepción, Arnoldo Alemán, ¡increíble!- es ahistórico porque estamos en el escenario -ejemplo del hemisferio- donde los partidos políticos tradicionales son referentes-electorales y donde la tendencia histórica-cultural es que los liderazgos (autoritarios: Santana-Báez-Heureaux-Trujillo-Balaguer Vs. democráticos), una vez establecidos, agotan ciclos-coyunturas de larga duración-vigencia y hegemonía. Basta, para ilustrar, la trilogía: Balaguer, Bosch y Peña Gómez (1961-96). Y en lo que va de este siglo –y finales del anterior-, con evidente tendencia de largo alcance, el de Leonel Fernández y Danilo Medina (1996-¿?), porque el de Hipólito Mejía es un híbrido-histriónico con énfasis en el repentismo.
Y si miramos a la redonda, lo que veremos, con la excepción, Pepe Mujica, es un mesianismo-caudillismo presidencialista y de partidos –derecha-izquierda- que “manda madre” y el surgimiento de “líderes” de entretención-improvisados que terminan en la cárcel deshabilitados, y los países pagando el precio de esas aventuras a las que apelan decepcionados de “redentores sociales” –de toda laya- en el contexto de una hegemonía-fáctica mezcla de políticos-partidos tradicionales, empresarios, hechiceros y técnicos-burócratas de altísima vocación “extractiva”.
Sin embargo, y a pesar de esa vorágine de corrupción-pública-privada, mesianismo político y decepción ciudadana, la región exhibe; aunque con bajos estándares de institucionalidad, avances en materia de infraestructura, crecimiento económico, disminución de la pobreza, visibilidad-de franjas poblacionales históricamente maginadas, como los pueblos indígenas y afrodescendientes, esperanza de vida, acceso a la salud, educación y tecnología en comparación a la década de los ochenta; pero también, se han disparado los embarazos en adolescentes, la generación de los NiNis y la inseguridad ciudadana.
Finalmente, el meollo de la crisis (déficits de democracia) está, más que en “cuentos chinos”, en fomentar democracia interna y relevo de los liderazgos –o legitimación-eleccionaria-; y esos dos pre-requisitos son incompatibles con jerarquías vitalicias, suplantación-orgánica-institucional por las cúpulas y cultura del dedazo.