Extrañamente, entre los denominados animales racionales o superiores, cada vez se aplica menos el uso de la razón.
Desde escoger a un candidato a cualquier cargo hasta tomar decisiones que podrían repercutir en el resto de nuestra vida son acciones que suelen estar signadas por las emociones de ciertos momentos.
Eso, lógicamente, pone muy en entredicho la alegada racionalidad de seres que nos asumimos superiores. Y eso ocurre justamente cuando más falta hace que entendamos y analicemos antes de actuar. Es que nos ha tocado vivir una etapa con sobreinformación, que algunos preferimos llamar infoxicación, como herramienta para aprovecharse de esa imposibilidad para procesar tanto en tan poco tiempo.
Eso ha abierto campo para que la abundante perversidad se pavonee al lograr tantas decisiones de gente que no logra conectar sentimientos y pensamientos con las decisiones que toma, las acciones que realiza y mucho menos con las consecuencias que cosechará.