Como buen hijo de don Rafael, el presidente Luís Abinader es un obsesionado de la eficiencia y el buen nombre de su casa. Cumplidos estos cuatro años de mandato, ante la historia, hemos de reconocer que quien antes era llamado “Tayota”, no solo no es parte de ninguna ensalada, sino más bien plato fuerte, demostrando un inusitado espíritu conciliador y un liderazgo que ha barrido, como nunca en nuestra historia, a una oposición en cuya aparente desaparición ideológica, desgaste, repetición y desconexión, proponen la peligrosa vagancia del gobierno que este 16 de agosto el presidente ha dejado instalado.
A sabiendas de que no volverá a reelegirse, acometiendo la singularidad de cerrar para sí mismo la constitución en una eventual reforma, el presidente Abinader ha presentado un escenario cuanto menos especial, más ligado a preservar su nombre ante los libros de historia y la tranquilidad de su bellísima familia, que a complacer particulares y particularidades. Prevenidos de esto están los funcionarios que comienzan o renuevan su papel ante los dominicanos, así como también aquellos que, como yo, observamos preocupados el futuro de nuestro país. Es por esto que asumo la tarea de no dejar pasar el tiempo, mientras lo inmediato entorpece lo importante, con la esperanza de que en estos cuatro años de un, hasta ahora, excelente presidente, se preste atención a lo no resuelto pero imprescindible.
1.Nuestro sistema educativo es un derroche del dinero de los contribuyentes que no sabemos si aporta, daña o es una guardería gigante. Basado en repetir y memorizar, de espaldas a nuestra cultura, las humanidades y las ciencias, perpetua la violencia, desalienta civismo y pensamiento critico, y ha corrompido al gremio docente, haciendo de este una organización mafiosa, únicamente preocupada porque les aumenten prestaciones, debido al 1% del salario de cada profesor dedicado a dicho gremio. Ante tan deprimente situación, pregunto ¿Tendremos que traer profesores de Argentina, Colombia o Cuba? ¿Tendremos que llevar a todo el país, niños, adultos y ancianos a la escuela, en un proceso integral de reforma? ¿O los trabajos cualificados seguirán cayendo en manos de extranjeros o de aquellos dominicanos que dilapidaron su capital enviando a sus hijos a colegios privados, perpetuando para siempre la desigualdad?
2.Formamos parte de una isla, nuestros recursos son limitados. En tanto tengamos ciudades hacinadas, como Santo Domingo, y no se proceda con un reordenamiento territorial a conciencia, ninguna medida parará la desaparición de nuestro medio ambiente. ¿Cuando se descentralizará La Capital y se moverán industrias e instituciones fuera de esta? ¿Estamos preparados para recibir los beneficios que Estado y trabajadores hemos gestado? ¿Podremos, alguna vez, encontrar ofertas laborales dignas, fuera de la capital, que no estén ligadas a sectores contraproducentes para la mayoría como el turismo, la agricultura o la minería?
3.¿Cómo es nuestro futuro? ¿Serán dueños los dominicanos de República Dominicana? ¿Dejaremos ir al presidente Abinader, como si nos sobrasen hombres como él? ¿Haremos que valgan la pena estos cuatro años?