Los dominicanos necesitamos conciliar una visión de futuro que se nutra de las enseñanzas de la historia y que utilice lo que ha sido exitoso en otras latitudes para forjar una esperanza renovada.
Dar inicialmente forma teórica a la clase de país que deseamos o construir la cosmovisión para crear las condiciones de que pueda ser consensuada, es no sólo un derecho, sino un deber de todos los ciudadanos de nuestra Quisqueya.
Este proceso implica comprender y tener claro el concepto de acierto y error: si algo no funciona, debe ser cambiado hasta encontrar lo que sí. Además de tomar medidas para convertir en agua para nuestro molino, las situaciones y potencialidades de los tiempos que vivimos, como el del potencial conflicto global existente.
Uno de los mayores obstáculos históricos para el progreso de la RD, ha sido la concentración constitucional del poder en el ejecutivo y un sistema legislativo representativo cuya membresía no refleja, ni responde a las verdaderas necesidades, para hacer realidad una Quisqueya potencia, que debe ser nuestro objetivo final.
Es imperativo establecer un sistema participativo y descentralizado que permita una representación más justa y equitativa. Esto incluye establecer en una futura reforma constitucional, que la elección de gobernadores provinciales sea por la población de cada provincia, que dispongan de sus propios presupuestos, y la implementación de jurados en el sistema judicial, para que la justicia esté en las manos del pueblo. Además, podríamos pensar en una Cámara de Diputados, donde además de representantes de los partidos, también contemple la representación de los diversos sectores de la sociedad.
Es crucial excluir a la clase política de la elección de jueces y del Ministerio Público para garantizar la independencia y transparencia de la justicia. Y que los jueces sean de por vida, salvo que se corrompan entonces su destino sea la prisión. En el ámbito macroeconómico, debemos dar el salto hacia el desarrollo de un tejido de agroindustrias que nos permita procesar y envasar toda nuestra producción agropecuaria, e incentivar la puesta en producción de todas nuestras áreas cultivables.
Este paso nos posicionaría como un suplidor global de alimentos procesados, añadiendo valor a nuestras exportaciones y fortaleciendo nuestra economía y creando empleos y oportunidades de forma masiva.
Asimismo, es fundamental desarrollar un sector pesquero industrial que explote de manera sostenible nuestros recursos marinos, potenciando así otra fuente vital de ingresos y empleo. Paralelamente, debemos apostar por el desarrollo de un sector industrial 3.0, orientado a la producción de productos tecnológicos que respondan al potencial generador de riqueza de la microelectrónica, la biotecnología, la nanotecnología, la robótica, la energía renovable y la inteligencia artificial.