Con razón, la ancestral sabiduría humana ha sentenciado que “el hombre es el único animal que choca dos veces con la misma piedra”. ¿Qué dirían nuestros abuelos de poder presenciar el triste espectáculo conque el honorable Roberto Álvarez Gil, canciller dominicano, nos sigue sorprendiendo cada cierto tiempo?
Con declaraciones disparatadas e injerencistas, cumpliendo los talking points del Departamento de Estado norteamericano, y en grosero olvido de la lealtad debida a su patria y su gobierno, incluso, del decoro que debe caracterizar a quien ocupe el alto sitial que temporalmente ocupa, el Sr. Canciller ignora con sus desvaríos y torpezas que está obligado a priorizar los intereses de su país, por encima de cualquier otra razón ideológica y de cualquier afinidad política. Y subrayo la palabra “obligado”, pues no se trata de una opción más, sino de un deber que no da opción a culipandeos o cocinaditos secretos, como tampoco a contubernios en las sombras al servicio de una potencia extranjera.
Esta vez, todo empezó el 1 de junio en Costa Rica, país anfitrión de una reunión ampliada del Sistema de Integración Centroamericano (SICA), con la participación de sus cancilleres y el de México, contando además con la presencia de Anthony J. Blinken, secretario de Estado norteamericano. El tema a debate público fue el de la emigración ilegal de miles de personas que huyen de la miseria, la violencia, la inseguridad y el hambre que el neoliberalismo ha provocado en la región, esperando ingresar a los Estados Unidos. Es evidente que, a puertas cerradas, se tocaron ciertos temas que constituyen preocupación para la potencia norteña, y como el último disparate del canciller dominicano demuestra, también hubo encuentros más reducidos, esos que se celebran entre cómplices, jefes y subordinados, donde se impartieron órdenes precisas y se distribuyeron roles específicos, en esta nueva ronda de agresiones imperiales contra países como Nicaragua.
A juzgar por el más reciente arrebato del canciller dominicano, en cuya figura, y teniendo en cuenta sus antecedentes, en la reunión de Costa Rica se tercerizó la tarea sucia de atacar al gobierno soberano de ese hermano país por el “crimen” de aplicar las leyes y la constitución vigente a dos ciudadanos, como si el ser aspirantes a la presidencia les otorgase un salvoconducto sagrado para violar las normas, o que contar con el apoyo norteamericano, en asuntos de política interna, los hiciese intocables. Para el canciller dominicano, se trata de “… la creación de un ambiente de intimidación e intolerancia”, enfilado contra la democracia.
Es curioso: la visión del canciller dominicano se aguza cuando se trata de dos arrestos en Nicaragua, y se opaca hasta la ceguera absoluta cuando se trata de cientos de manifestantes apaleados, mutilados, violados, y algunos asesinados, en las más recientes acciones represivas del régimen neoliberal del presidente Piñera, en Chile; o cuando el presidente colombiano, Iván Duque, ordena a sus jenízaros usar lanzallamas contra manifestantes, o sencillamente, los mata a balazos, o los desaparece, reapareciendo luego descuartizados en bolsas plásticas lanzadas a los ríos. Por supuesto que la viril vocecilla del canciller Álvarez Gil nunca se alzó para condenar la barbarie sionista en Gaza, causantes de cientos de muertos civiles, entre ellos decenas de niños.
Lo que parece, querernos decir, el honorable canciller dominicano con sus declaraciones, es que lo que da méritos a los ojos del amo, y de paso le permite aceitar sus inversiones particulares en Washington, es atacar a países como Venezuela o Nicaragua, mientras que lo demás, incluido las matanzas, merece respeto, circunspección diplomática y silencio. Como era lógico, Denis Moncada, canciller nicaragüense, a nombre de su gobierno y su pueblo, rechazó tajantemente, en carta a su homólogo dominicano, las declaraciones que le indicaron realizar, y lo hizo “…en nombre de la soberanía, el derecho internacional y la decencia”.
Nunca mejor dicho: al final se trataba de una ofensa a la más elemental decencia.
República Dominicana, su pueblo y su gobierno están enfrascados en la durísima tarea de enfrentar la pandemia del COVI-19; procurar levantar la maltrecha economía nacional; enfrentar los retos que plantea la frontera dominico-haitiana; garantizar el desarrollo y la justicia social; luchar contra la pobreza, la exclusión, la inseguridad, garantizar un ambiente de paz, prosperidad y gobernabilidad; levantar la calidad y el alcance de la salud pública y la educación, propender, en fin , a la felicidad de los dominicanos, la cual incluye la convivencia respetuosa, la cooperación y la integración con los países hermanos de la región. Son problemas demasiado complejos, y a la vez, importantes, como para desviarnos de nuestra ruta.
Sr. Canciller, le recordamos de nuevo que desde su elevado cargo no trabaja para su persona, ni para sus intereses particulares, ni se le ha dado semejante responsabilidad para que accione a espaldas del presidente de la Republica, ni incidente su ejecutoria cumpliendo órdenes foráneas. Dedíquese a lo que le corresponde o le será demandado por el pueblo al que está obligado a servir.