El director de elCaribe -Premio Nacional de Periodismo 2017-, don Rafael Osvaldo Santana publicó, la semana pasada, un artículo-análisis de la mejor tradición de un género periodístico -ensayo socio-histórico- ya desaparecido que tuvo sus mejores cultores en cientistas sociales de la talla de J-Bosch, J-Grullón, R-Cassá, J-Oviedo, J-Fiallo, F-Franco, I-Duarte, Del-Castillo, Dore-Cabral, entre otros, titulado “El liderazgo y el partidismo dominicano”, en mi opinión, una suerte de cartografía o estado actual de la decadencia filosófica-ideológica-doctrinaria en los partidos y sus líderes; y, desde el espectro internacional, una mirada crítica al neocolonialismo geopolítico en el contexto de una “guerra comercial” de la que el continente Americano no escapa; y más que ello, escenario de la confluencia de intereses expansionistas de China y Rusia en la ruta de la influencia -histórica-hegemónica- de EE.UU.
El análisis enfatiza en la génesis de esa orfandad filosófica e ideológica, cuando apunta que “La ausencia de ideologías o corrientes de pensamiento político, filosófico o doctrinario en los liderazgos y en las fuerzas que los sustentan parece que tiene sus raíces en la historia nacional el siglo pasado. Y no advierte entre los actores ninguna iniciativa para orientarse en una u otra dirección”. En otras palabras, se podría colegir: el triunfo del pragmatismo-político, de la suplantación –orgánica-institucional- de los partidos por sus cúpulas-líderes y la muerte del paradigma altruista-ideológico de la política.
O más claro, y puesto en perspectiva, por don Osvaldo Santana, “El pragmatismo convierte en el propósito abierto por la conquista del poder rechaza todo esfuerzo por configurar un conjunto de ideas o propuestas que permitan identificar un alineamiento ideológico…”.
Ya, desde otro ángulo, Moisés Naím ha diagnosticado el fenómeno, que es universal, en su libro “El fin del poder”. La diferencia, y el director de elCaribe también la capta, es que ciertos modelos paradigmáticos, como el “socialismo democrático”, colapsaron, y lo que siguió, según Naím, fue una “fragmentación del poder” y una revolución del conocimiento y de la tecnología donde la Internet, la globalización y la inteligencia artificial derribaron los centros tradicionales del poder; y el terrorismo, los ciber-delicuentes, los flujos migratorios y la incertidumbre ética sobre el fin último del hombre y la ciencia han puesto pata-arriba este mundo.
No obstante, lo anterior no le resta, en nada, al análisis socio-histórico –teoría de la dependencia- que registra con agudeza el autor, pues de lo que se trata es “…de elegir (…) “a lo más eficientes, pragmáticos, que naturalmente encuadren en el formato norteamericano”, y yo agregaría: o en el “formato” ruso o chino.
Y aún así, hay quien se autoproclame de izquierda. ¡Válgame Dios!