En cuestión de horas dos revelaciones han saltado a la palestra pública, como quien no quiere la cosa: la reiteración de un planteamiento de un comunicador llamado Milton Cordero -alias Lechuga-, de que en el país ya debería haber una representación haitiana en el Congreso; y la otra revelación refería a los hallazgos de la “Encuesta Cultura Democrática 2022-2023”, presentada por el Ministerio de Economía, cuyo incumbente, a la sazón, es Pável Isa.

Lo primero que hay que resaltar sobre ambas revelaciones es que surgen en un momento de exacerbación por los temas gestión fronteriza y migración o presencia haitiana desbordada, pues tal realidad deviene en un fenómeno confusamente moldeado por intereses foráneos, mediáticos; y en el caso de la encuesta, matizada por sesgo, des-contexto histórico y cotejo algo capcioso. Me explico.

Lo primero, ¿En qué país se le otorga representación en el Parlamento a nombre de una minoría o gentilicio ajeno al nacional? Eso es como decir, por poner un ejemplo, que Adriano Espaillat representa, en el Congreso americano, a los dominicanos, lo cual es una vulgar mentira, pues Espaillat, antes que nada, es ciudadano estadounidense y juró defender primero, el país, los valores, la Constitución y las leyes de los Estados Unidos, y no los de la República Dominicana, aunque su ascendencia es dominicana y no quita que, en un momento dado se adhiera a iniciativas a favor de cualquier minoría. Esto último, es aceptable; pero de ahí a ocupar una curul para representar los intereses de una minoría es un contrasentido que no creemos ninguna constitución lo consigne.

Respecto a la referida encuesta luce inducida -se enfoca, básicamente, en preferencias ciudadanas al momento de “aspirar a un cargo público”- , trasluce un lenguaje o uso de concepto obsoleto, pues, científicamente, solo existe la raza humana, no negra ni blanca; además de un cotejo, en término de redacción periodística o para consumo masivo, que deja mucho que pensar, sin dejar a la imaginación si tal ejercicio se hiciera en otro país -ejemplo, Estados Unidos o Haití por demás, auscultando en las respuestas nos daremos cuenta como historia, prejuicios, cotejo y presentación de los “hallazgos” podrían matizar la muestra, o cuando no es el mismo cuestionario el problema o la intención inducida de lo que se busca como producto final: una fotografía real o de variopintos matices intencionados sobre esa fotografía o cristal con que se quiere medir una determinada realidad que puede estar condicionada por la historia o, no pocas veces, por intereses foráneos. Amén de que, en nuestro país, las variables o “indicadores”, entre otros, clientelismo, uso y control de los poderes públicos si han sido factores activos y determinantes a la hora de aspirar y lograr una posición de elección popular y no tanto lo étnico-racial, orientación sexual o creencia religiosa.

Claro que todo no es manipulación o intereses foráneos pero tampoco vamos a obviar agendas supranacionales cuando hablamos sobre los temas en cuestión; pero cuando se hace ese tipo de ejercicio no deberíamos vernos como el ombligo del mundo o que en otras sociedades o países, incluso, con más desarrollo, no se cuecen habas también.

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