Llevamos alrededor de tres meses impartiendo la totalidad de las clases mediante plataformas virtuales y electrónicas. Una decisión de urgencia para tratar de salvar el año escolar en medio del azote de la covid-19.
Pero crecen las voces que piden el retorno a las aulas. El argumento principal es que la concurrencia es esencial para el proceso de enseñanza. Es también la tradición y la práctica predominante en todo el mundo. Es lo normal.
Es comprensible que se aspire a esa normalidad. Pero hay una dramática realidad. La gente sigue enfermándose y muriendo.
Según los expertos, la covid-19 no presenta los niveles de letalidad entre niños y jóvenes, que en los adultos, lo que estimula a los defensores del retorno a las aulas. Pero quienes transfieren los conocimientos son todos adultos y estarían expuestos.
Si bien los niños y jóvenes no corren tantos riesgos, se sabe que pueden ser multiplicadores de la enfermedad.
Se puede vivir con la covid-19 en las escuelas, ¿quién sabe? Pero los informes desde otras latitudes, Estados Unidos, por ejemplo, no sugieren avances significativos en el modo presencial. Apenas ha sido establecida una concurrencia alterna de dos o tres días a la semana, un mecanismo híbrido, para no perder los hábitos de las aulas.
¡Pero entre esas sociedades y RD hay tantas diferencias!
En cualquier caso, a quienes propugnan por un retorno rápido a las escuelas, hay que decirles que la enseñanza en línea y a través de la radio y la televisión entraña aprendizajes. Retos y oportunidades para los actores, para las familias, para las escuelas y el Ministerio de Educación.
¿Qué dice la realidad? Que debemos seguir aprendiendo de la virtualidad, a la cual apenas nos estamos aproximando.
Corresponde a las autoridades aprovechar la crisis para avanzar en la digitalización y en lo que implique en materia de conocimiento para todos.
No debemos abortar el proceso, sino mejorarlo y fortalecerlo. Quizás podrían propiciarse formas híbridas, virtualidad y presencia en las aulas cuando se avance en el aplanamiento de la curva de la covid-19.
Porque en definitiva, para volver a clases habría que crear formas nuevas, y nadie sabe qué tan preparado está el país para esa nueva realidad bajo el ataque del coronavirus.