Desde el domingo, cuando Abinader llamó a los perremeístas a salir a las calles y buscar votos casa por casa; y el miércoles en Hato Mayor con Paliza que puso al pueblo en la disyuntiva de “volver al atraso o seguir con el desarrollo”, se ve claro un cambio de estrategia, del triunfo fácil con 60 % o más, a la realidad de que hay que persuadir y escarbar votos hasta debajo de la tierra. Con el discurso triunfalista se corría el riesgo de que la militancia, segura del triunfo, se sentara. Existen precedentes de que el triunfalismo machacón desinteresa a los parciales de determinadas causas que se piensan “ganao”. Sin descartar que en ocasiones ese triunfalismo expresa la mentalidad del mal perdedor, que abona el terreno para condicionar los resultados.

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