El cierre de las fronteras con Haití, que durante varias semanas fue total por aire, mar y tierra y que ya se cumple dos meses sin que el comercio binacional opere, marca un retroceso y echa por tierra planes y discursos sobre incentivos de todo tipo a esa zona para generar empleos y desarrollar proyectos productivos que fomenten el arraigo para frenar la tan cacareada “invasión” de los haitianos. En la actual confrontación y con las filípicas de estos días, todo eso queda en un segundo plano. La esperanza es que cuando las aguas vuelvan a su nivel retorne a la agenda y tenga espacio suficiente lo que siempre se ha ensalzado: convertir la frontera en una zona de oportunidades, lo que está, por ahora, en veremos.