La judicialización de la política corre como la pólvora en América Latina, expresada cuando los tribunales actúan movidos por el poder y las influencias para perjudicar a sus contrarios. También se da al revés, cuando es la justicia que interviene en política y un buen ejemplo es Donald Trump, reiterativo en que es víctima de persecución política, y lo justifica en el interés mostrado por los jueces de conocer ahora mismo o en medio de la campaña de 2024, los casos en los que se le involucra. A la jueza del caso del Capitolio se le habría visto el refajo al poner el juicio para el lunes 4 de marzo, la víspera del políticamente clave Súper Martes. Nuestros jueces, no es que anden con el calendario en la mano, pero que anoten.