En 1928, con el pacto Briand-Kellog, lo mismo que en la Carta de la ONU, se prohíbe expresamente la guerra y se destaca que la misión de las Naciones Unidas es restablecer la paz y ayudar a resolver pacíficamente los conflictos. Debe seguir siendo así, porque reivindicar como justa una guerra, sinónimo de muertes y destrucción, jamás podría hacerse en nombre de la justicia, lo mismo también de que no hay guerra buena ni mala, sobre la base de las ideologías o las creencias que las sustenten. La humanidad tiene que aferrarse a un discurso que promueva la paz. En estos días cuando predominan las distinciones al malo o al bueno, habrá que repetir con la ONU que no existen las guerras justas, y que lo único justo es la paz.