Jesús entró en Jerusalén, y lo hizo al lomo de un asno que había pedido, desde el pie del Monte de los Olivos. Una entrada nada suntuosa ni imperial, ni al frente de caballería ni montado en un brioso corcel. La sencillez fue siempre su mensaje. El advenimiento del niño Dios fue sin ostentación, en un pesebre, símbolo y mensaje de la humildad. En el Libro de los Proverbios, palabra de Dios, abundan provechosos consejos que privilegian la humildad y condenan la soberbia y la arrogancia. Es expresión bíblica que el que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado. “El Señor se burla de los burlones y concede su favor a los humildes/ Otorga honores a los sensatos y reserva baldón para los necios”. (3, 34-35).