Mientras se acerca el domingo 19, crece en algunos opositores un tono quejumbroso en su discurso, como si se estuvieran preparando para no ser derrotados y no para ganar. Se dice que a las elecciones se va a ganar o a perder, lo que encierra una gran verdad siempre que los competidores tengan la madera del demócrata. El político de profesión cuando no resulta victorioso, de una vez comienza la apuesta para el próximo juego, consciente de que no siempre se triunfa. Pero hay en el ambiente otro tono discursivo preocupante, con visos de violencia; el que deja la sensación de que nos encaminamos a una pelea, a una conflagración, y no a un evento del que se dice es el mayor ejercicio de civismo y participación.