El funcionario A suele ser alguien reconocido, con apoyo de su partido y hasta de la sociedad civil; se caracteriza por la discreción en el cumplimiento de sus tareas, por no hacerse notar demasiado y dar la imagen de “cumplidor” en todos los órdenes. Incluso sabe cuándo tiene que hacer mutis por el foro y hasta eso le sale bien. El lado contrario, como en los viejos long play o casetes de música, es el funcionario B, que aunque tiene los mismos respaldos, piensa que puede pelearse con el mundo cuando las cosas no salen como esperaba, hacerse notar en los medios y rechazar todos los cuestionamientos. Es alguien que no sabe quedarse callado ni cuándo apearse del carro, y entonces no le va bien.