Como lectura sabatina no estaría de más, aunque se pierda el tiempo en vano, hablar del espécimen que solo rumia resentimiento y vive en permanente angustia. El retrógrado, en palabras del escritor soviético Nikolái Ostrovski, encerrado en su mundo y que al final de sus días le “quemará la vergüenza por el ayer vil y mezquino”. Es el individuo del vaso medio vacío que lleva a cuestas una pesada carga de envidia personal. Lucha en pareja, aunque aparente paradójico, con el revolucionario de la boca hacia afuera que gusta del lujo y el confort, que resulta ser la peor gentuza porque le amarga la vida que una vez llevó de pobre, y le atormenta ser visto con recelos por los ricos al no ser uno de los suyos.

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