Si el único argumento para llevar la juramentación del presidente y de la vicepresidenta de la Asamblea Nacional al Teatro Nacional es que vendrán muchos invitados, no habría inconvenientes si hubiera menos. Nada obliga a invitaciones a granel. Una pena que haya una dosis de capricho de por medio, con lo que se corre el riesgo de tornarse presuntuoso e inmune a las críticas pues, como dijo El Principito: “Los vanidosos solo oyen las alabanzas”. El precedente servirá para que un gobernante populista se dé un baño de pueblo en el Estado Olímpico, con el rebuscado argumento de que es constitucional y se debe a las masas populares que lo eligieron. Así llegaremos a menospreciarnos nosotros mismos, porque como se identificaba un grupo de humoristas: “Ná e’ ná”.

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