Poco puede decirse que no se haya dicho ya del caos vehicular en la capital, pero parece ser que la cercanía de Navidad, la hiperactividad de la gente en esta época del año y quién sabe qué más, han multiplicado como por arte de magia la cantidad de vehículos en las calles, quizá como Jesús multiplicó aquellos cinco panes y dos peces. Sabemos que es tiempo de balances, de compras aceleradas, de preparación de viajes y más, pero debiéramos hacer un paréntesis para que este ritmo cotidiano de locura no nos atrape en su remolino, y que estos días que multiplican las urgencias los vivamos con más calma, pero sobre todo con la mayor serenidad y hasta donde sea posible evitar el pandemónium de las calles.

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