La Comisión de Espectáculos Públicos despertó y comenzó a prohibir y “monitorear”. Bien intencionada, talvez, pero limitar dizque lo vulgar podría ser el inicio para trillar el delicado camino de las cortapisas a la libre expresión. Hoy será la presunta obscenidad; mañana actuará movida por palabras que entienda “ofensivas” contra la autoridad y cualquier capricho. Ojo al Cristo. Ya el Gobierno ha enviado señales de trabas a la actividad de periodistas y medios de comunicación. Cada cual, medio o persona, que asuma su responsabilidad individual. No es contemporizar con vagabunderías, pero el agraviado por una opinión puede recurrir a los tribunales. Quizá la primera en ir al “paredón”, debiera ser la propia comisión, cuestionada desde su origen y por la desfasada ley que la ampara.