Según la encuesta del Pew Research Center, la imagen de Estados Unidos está en su momento más bajo desde hace dos décadas. España también está mal y eso es claro. Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) revelan que el año 2020 acabó con más de seiscientos mil puestos de trabajo destruidos y más de quinientos mil desocupados.
Un año después de conocerse los primeros casos de la pandemia, las medidas restrictivas que se han tomado no han podido frenar el 16% de paro que actualmente tiene el país. Eso a pesar del crecimiento de la demanda en productos de tecnología y salud, y los esfuerzos mancomunados para salir adelante.
Los llamados “parches”, sobre la potencial influencia de las nuevas variantes genéticas de la covid-19, un virus en constante mutación, como con la británica o africana, no son suficientes para este paciente crítico, que tiene a las grandes entidades de la banca privada con estrategias de gestión pasiva e inversionistas con una mayor conciencia social.
El presidente Sánchez atraviesa otros de sus peores momentos, y eso que nunca desde su investidura lo ha tenido fácil. La aceptación de Moncloa conoció un leve repunte al inicio del verano. La primera ola había remitido y los ánimos eran de celebración. Estrenado septiembre, con previsiones preñadas de incertidumbre, la confianza en la coalición comenzó a desplomarse. El problema es que desde entonces, no se ha recuperado. Eso a pesar de los constantes esfuerzos por tener un discurso de estoicismo, alejado de convertir en técnicos argumentos políticos, como la capacidad de detección la vigilancia, y los sistemas asistenciales más resilientes.
El Gobierno cuesta abajo y sin freno, sigue el mismo ritmo que las vacunas que han llegado a España. La mayor parte de las comunidades autónomas han sido incapaces de cumplir las previsiones de vacunación, por una gestión deficiente de los recursos y falta de personal ad hoc. Eso, sumado al retraso inicial que se debió a las dificultades que tuvo la farmacéutica Pfizer en el suministro, ha convertido el escenario, en algo parecido al camarote del barco de crucero de los hermanos Marx. Un camarote que se cierne también al compás de las elecciones de Cataluña que están marcadas por esta crisis del Covid.
A nadie se le escapa la magnitud de la tragedia, pero, ¿y si esta es la primera de muchas que vendrán después?