En estos días es leído o escuchado noticias importantes sobre el impacto del COVID19 en el turismo, análisis sobre el rol de este sector en la economía y en la recuperación posterior a la pandemia, o sobre respuestas creativas a la crisis. Algunas alientan, otras dejan interrogantes.
Por ejemplo, en el plano local fue grato escuchar a Frank Rainieri explicar en ADOMPRETUR la decisión del Grupo Puntacana de donar un sistema digital de última generación de control migratorio, que permite registrar el ingreso de los pasajeros al país sin que los inspectores toquen su pasaporte, y su propietario lo pasará personalmente por un lector que registrará sus datos, que estarán disponibles para los responsables de Migración y seguridad nacional.

Cuando comencé a viajar los años setenta debía tener un certificado de vacunación, ahora los aeropuertos tendrán tecnología avanzada para detectar indicadores de salud que alertarán a las autoridades de los casos que requieren atención especial. Estos y otros avances nos quedan como herencia positiva de la pandemia, que en algunas áreas nos ha empujado a avanzar.

Esta semana el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres afirmó que el turismo “puede servir de puntal para superar la pandemia”, porque “puede promover la solidaridad y la confianza, ingredientes cruciales para impulsar la cooperación global que tan urgentemente se necesita ahora”.

También esta semana el Banco Central se pronunció de manera coincidente con Guterres en su informe del cuatrimestre enero-abril que dice: el sector turístico y su aporte “será crucial para la normalización de las actividades productivas, aunque le tome más tiempo recuperar el dinamismo de años recientes. El turismo es una fuente primordial de generación de divisas, responsable de una alta proporción de las exportaciones totales de bienes y servicios y de la inversión extranjera directa. En adición, esta actividad incide en la economía a través de la generación de empleos directos e indirectos y la demanda de insumos agropecuarios, industriales y energéticos, entre otros”.

Desde Francia nos llegó la decisión de su gobierno de aportar 18 mil millones de euros, (más de un billón de RD$) para mantener en pie su sector turismo, y sumo otros 33 mil millones para el apoyar el sector aeronáutico. Ellos son una potencia turística: terceros en el ranking de ingresos (unos US$65 billones, 2019) y recibió unos 90 millones de turistas. Alemania, España, Italia y otros países del primer mundo quieren defender su sector y siguen los pasos del gobierno galo.

Las estadísticas confirman que República Dominicana es a Centro América y el Caribe, lo que Francia a Europa, con la diferencia de que el turismo representa de manera directa, indirecta o inducida más del 20% de nuestro Producto Interno Bruto, por lo que nuestro sector turístico es igual es igual o más importante para el país que el turismo para Francia.

Las encuestas dicen, que para este importante sector -como lo define el Banco Central- existe hoy una luz al final del túnel creado por la crisis. Reportan que el Caribe sigue ocupando un importante lugar en las mentes de los norteamericanos (Canada+EUA) que quieren viajar para vacacionar. La última, publicada por Travael Week dice: “El amor de los canadienses por las vacaciones de sol y arena también ocupó un lugar alto, con un 44% eligiendo el Caribe o México”. Queda la pregunta: ¿Cuánto estamos dispuestos a invertir para afianzar -imitando a Francia- nuestro turismo?

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