El gobierno de Maduro se descompone, muchos de sus seguidores empiezan a ver la realidad de que es imposible continuar con la represión que ha sido la base de un gobierno que ha hecho todo menos respetar las leyes. La famosa constitución de Chávez fue un pasquín para dar paso que gobiernos como el de Cuba dirigieran la política y los mecanismos de presión tal como lo han hecho en la otrora Perla de las Antillas.
Muchos de los gobiernos de izquierda se escudaron en las tendencias neoliberales que se iniciaron a principios de los 90, donde todos prometían que con las aperturas de mercado y la ausencia de fronteras la pobreza sería algo del pasado.
Nos encontramos resultados muy parecidos entre el izquierdismo de unos y el populismo de otros, aprovechando la tendencia de aperturas de mercado para concentrar las riquezas cada vez en menos manos. Las importaciones de países mayores o con menos costos por las razones que fueran, desplazaron mano de obra y cerraron muchas empresas.
El caso de Venezuela fue típico, un gobierno con experiencia de golpe de estado, escudado por la tendencia izquierdista que era la moda en Latinoamérica con Brasil, Cuba, Ecuador, Argentina, Bolivia ensamblaron un régimen que se valió del poder de su oro negro para hacer dóciles presas a las economías de la región, mientras los Estados Unidos sin tener un régimen populista al estimo de estos países centraba su atención en otros temas y olvidó la región y además pensó que lograrían cambiar a Cuba mientras ésta dominaba todas las esferas de poder en Venezuela.
Un pueblo heroico que ha soportado todo tipo de frustraciones, encarcelamientos, violaciones a la constitución, unas elecciones amañadas, mientras Maduro bailaba en medio de esta enorme crisis, recordando los bufones de la época de los reyes.
Con la coronación de una presidencia ilegal, el 10 de enero el pueblo se lanzó a la calle y apareció un joven desconocido llamado Juan Guaidó que, valiéndose de lo único legal en Venezuela, la Asamblea General, decidió que era el momento de una presidencia provisional que diera salida a la crisis con el apoyo de muchos de los países del área.
Ya no son sólo los Estados Unidos, que apoyan el gobierno de Guaidó, la Unión Europea, los países agrupados en el Grupo de Lima y otros como República Dominicana, que por mucho tiempo apoyó al régimen y trató de conciliar lo imposible en múltiples reuniones, hasta darnos cuenta que estábamos frente no a un gobierno sino a una pandilla que exhibe su riqueza mientras el pueblo pasa todo tipo de calamidades.
Maduro al ver la posición de muchos de estos países y en especial de Estados Unidos dio siete días para que los diplomáticos acreditados en este país salieran. La respuesta de Estados Unidos era de esperarse, sólo reconocen el gobierno de Guaidó y Maduro para salvar la cara ahora da un plazo de 30 días y propone una solución como la de Cuba que entiende ha sido exitosa para que ambas naciones tengan delegados y de alguna forma mantener las relaciones comerciales.
No entiende que se le acabó el tiempo y cada día son más los que saltan del barco que hace agua y de ser inteligente aprovecharía la amnistía ofrecida por Guaidó y buscar, como le dijo un miembro del equipo del Presidente Trump, unas playas tranquilas donde pasar sus años de retiro. Cuba es un lugar perfecto, el paraíso que ha copiado.
El apoyo de más de sesenta países, las declaraciones del general de división de la aviación venezolana, Francisco Esteban Yánez, es una señal clara que desde el interior de las propias fuerzas armadas están cansados de lo que sucede, porque en un país donde se han asesinado y encarcelado miles de ciudadanos, muchos de estos tienen parientes en los organismos castrenses y siente el mismo dolor que el resto.
La Unión Europea le ha dado un plazo a Maduro para convocar elecciones presidenciales, pero esto sólo acepta elecciones legislativas, seguro que podrá mantener su régimen de terror y evitar entregar el poder.
Los Estados Unidos, endureciendo más su posición, le han ofrecido asilo en Guantánamo, pero lo cierto es que hay que evitar un derramamiento de sangre. Así como en una oportunidad el Rey Juan Carlos desesperado de las largas peroratas de Chávez le dijo “por qué no te callas”, a Maduro hay que decirle “por qué no te largas”.
Rusia, China y Cuba tienen ahora diferentes preocupaciones; los dos primeros, cómo poder llegar a un acuerdo para poder cobrar la deuda millonaria que les adeuda Venezuela y que en mayor medida está en bancos extranjeros a nombre de los esbirros del régimen. Cuba no quiere que en un posible baño de sangre se les culpe y que la administración Trump lo aísle aún más, debilitando más la ya escuálida economía cubana. Además, está la importancia de sacar a Hezbollah del área.
Lo cierto es que el régimen llega a su fin y lo que hay que esperar es que sea de forma pacífica, sin más derramamientos de sangre. Los militares venezolanos tienen la suerte de su país en las manos: una salida pacífica, apoyando a Juan Guaidó, para que en un plazo corto convoque a elecciones, la salida de Maduro y su pandilla o lo que nadie quiere, una guerra civil.