Para que quienes me leen no piensen que exagero sobre el lado positivo de los procesos con los que me identifico, solo escribo hoy que puedo citar ejemplos que muestran que, casi siempre, el turismo ha sido una actividad con un gran impacto positivo en nuestra economía.
Me apoyo en la frase del respetado historiador Frank Moya Pons, que en un interesante estudio que analiza la evolución del paós en el período 1963-2013, afirma: “El turismo se ha convertido en el principal generador de divisas y en uno de los más poderosos factores de cambios que ha tenido el país en toda su historia”.
Frank, acucioso investigador de nuestra historia pasada y reciente, con apoyo en información incuestionable, llegó más lejos que yo. Afirma en su profundo análisis de ese período del postrujillismo, en que se reconfiguró nuestra estructura social y económica, que antes se fundamentó en tabaco, café, cacao, ganado y caña de azúcar. Sus treinta palabras resumen una voluminosa cantidad de información en un estudio de nuestro pasado reciente.
Soy un periodista más del grupo de mi época que optó por la comunicación como actividad profesional. De ellos sólo me distingo por mi decisión –adoptada en los años ochenta – de asumir el turismo como una opción en la que pocos creían que sería “uno de los más poderosos factores de cambio que ha tenido el país en toda su historia”. Me entusiasmé con el turismo porque conocía cada kilómetro del litoral desde Miches hasta Juanillo, y cuando comencé a leer sobre el turismo no tardé en concluir que el futuro de mi región era esa actividad y la asumí.
Juanillo, Cabo Engaño, El Cortesito, Arena Gorda y El Macao eran mi mundo. Una región que ahora es Punta Cana como sabiamente la bautizo otro Frank, pero de apellido Rainieri, que llegó a mi tierra, pienso yo, quizás motivado por su herencia italiana, pueblo que históricamente se caracteriza por su inclinación a buscar lo nuevo, lo diferente y cuyo reto es la creatividad. Basta citar como ejemplo a Cristóbal Colón, o Américo Vespucio.
El tiempo me dio la razón. Mis playas estaban dedicadas a la siembra de cocoteros, sus llanos al ganado y a la caña de azúcar, actividades que crearon una economía pobre, en una extensa provincia que aportaba poco a sus habitantes y al país. Pero llegó el turismo en los años setenta y como dice el historiador ha sido uno de los “más poderosos factores de cambio” que ha tenido la provincia en una historia que comenzó hace 500 años.
Mis playas, desde Juanillo hasta Uvero Alto, pasando por Cabo Engaño, Bávaro, El Cortesito, Arena Gorda y El Macao, ahora son un frondoso jardín lleno de hoteles, a cuyo aeropuerto llegaron más de cuatro millones de turistas.
Mi tierra de ganado y caña, ahora produce más del 10% del producto interno bruto del país gracias al turismo, y pasó de la cola a la cabeza de las provincias importantes. Lo único nuevo es el turismo. No poseo un metro de playa, pero me complace mi batalla por el turismo, y el tiempo me ha dado la razón.