En los años 70 y 80 del pasado siglo un segmento mayoritario de la iglesia-jerarquía (obispos y sacerdotes) y minoritario de la iglesia-pueblo hizo una fuerte apuesta contra la planificación familiar. Se partía de la absurda idea de que la relación sexual, no era un acto de placer o encuentro de amor, y estaba destinado a que hombre y mujer –unidos en matrimonio- usaran la facultad de procrear asignada por Dios para la multiplicación humana.
Esta opción de placer sólo era válida para tener hijos y por lo tanto no se podía emplear ningún método que impidiera artificialmente la procreación. La oposición a métodos modernos de planificación familiar fue intensa pero fracasó. Lo absurdo no detiene el cambio.
Hablo de fracaso porque con una población que mayoritariamente dice ser católica (62 % en 2002), la palabra de la iglesia-jerarquía era “Palabra de Dios”, y todos los creyentes, aun sea un poco, tenemos “temor de Dios”, porque el Dios Amor de la Biblia se nos suele presentar como “Dios persecutor”, que envía al fuego eterno a quienes no aceptan lo que la Iglesia-Jerarquía exige practicar para beneficiarnos de la promesa de la segunda vida eterna espiritual, en la que creemos los cristianos católicos.
Ese escenario de cultura y práctica católica, que satanizó la planificación familiar y los métodos modernos de anticoncepción, no pudo detener el cambio de actitud de la sociedad dominicana.
Hoy una gran mayoría acepta como práctica normal impedir el embarazo no deseado, aunque seguimos –y me incluyo- asistiendo a misa, comulgando con frecuencia y sin confesar como grave pecado mortal, el uso de pastillas anticonceptivas, preservativos, inyecciones y la esterilización.
El respeto social ganado por PROFAMILIA, y la aceptación de los programas de planificación familiar del Ministerio de Salud, son una expresión del fracaso de que hablo, que me apena como católico; y se refleja en los resultados de la Encuesta Demográfica y de Salud (ENDESA), que se realiza periódicamente.
ENDESA nos dice que “el nivel de uso de métodos es el indicador más utilizado para evaluar el éxito de los programas de planificación familiar”. Al aplicar la encuesta a toda mujer que no está embarazada, se le pregunta si utilizaba algún método para evitar un embarazo.
En la última encuesta que tengo, el 72% del total de mujeres casadas o unidas dijo que usaba un método anticonceptivo. Los métodos modernos, rechazados tajantemente por la Iglesia-jerarquía, los usa el 70 %. El 41 % acudió a la esterilización, y el 17 % a la píldora anticonceptiva, el 6 % usó la inyección y el 3 % el condón masculino.
El 71.9 % de mujeres casadas o unidas (15 a 49 años) usaba un método moderno, y el 68.3 % de las mujeres solteras, pero sexualmente activas, utilizaba también un método moderno para evitar el embarazo. Llama la atención la popularidad de la esterilización que en el 2002 era un 46 % y en el 2013 un 41 %, reducción que se compensó con el incremento del uso de otros métodos.
Con el aborto la Iglesia seguirá perdiendo espacio. Ya los católicos no somos gran mayoría gracias a estos absurdos conservadores. Ya en el 2018 el 68.6 % estaba de acuerdo que se hiciera el aborto terapéutico si la vida de la madre corre peligro, y un 66.9 % si el feto es inviable y solo el 55.6% lo desaprobaba en casos de embarazo por violación. Para el PRM, no respetar su promesa de campaña, podría ser una primera gran autoderrota.