La teología de la liberación es una corriente católica que surge en América Latina en la década de los 60. Se caracteriza por considerar que el Evangelio exige ocuparse primero de los pobres (porque son “la opción preferida de Dios”.)
Es un movimiento que simpatiza de manera evidente con el comunismo y con la izquierda radical. Al Papa Francisco le encanta.
Según sus fundadores, si existe gente pobre es porque se la ha explotado muy injustamente, cometiéndose un pecado social muy grave. Solo a través de un compromiso de vida a favor de erradicar esa injusticia, es posible liberararse de ese gran pecado y alcanzar la salvación.
La principal vía para lograrlo es suprimiendo el “excluyente” sistema capitalista, gran culpable de la explotación y la pobreza, y sustituirlo por un sistema colectivista.
Dan por supuesto que el sistema capitalista es el empobrecedor por excelencia, pero en ningún momento explican por qué, ni con argumentos racionales ni con ejemplos constatables . Ni se detienen a analizar tampoco si hay más justicia y bienestar en el mundo comunista, ni a cuestionarse por qué esos mismos pobres que pretenden defender arriesgan sus vidas para llegar al mundo capitalista y nunca al comunista…
En la década de los 70, los seguidores de la teología de la liberación, alentando el resentimiento social y la lucha de clases, promovieron los movimientos terroristas o guerrillas que tanto daño hicieron a Latinoamerica.
Esta combinación aberrante de católicos y comunistas arrastró al fanatismo más violento a jóvenes ingenuos y sin capacidad de cuestionamiento (“Jesús era un revolucionario y si tú quieres seguirlo también debes serlo”, les decían).
Envenenaron sus almas, los mandaron a matar en nombre de Dios (con fotos de Cristo con una metralleta en mano) y arruinaron sus vidas. Y de paso se llevaron de encuentro al pueblo llano, que nunca entendió ni pidió la espiral de violencia a la que fue sometido.