Ernesto “Che” Guevara fue un médico argentino que se dedicó a la política para defender la revolución cubana. Le encantaba la poesía de Neruda y le tenía un odio enfermizo a Estados Unidos y sus pulpos capitalistas.
Ayudó a Fidel Castro a derrocar a Batista, y se destacó por la dureza y la frialdad con la que mataba para lograr sus propósitos: les abría el vientre con su bayoneta a quienes apresaba y se comportaba como un psicópata.

Decía que no necesitaba pruebas en un juicio (“puras minucias burguesas”), porque la convicción revolucionaria era suficiente para asesinar.

Como funcionario del régimen de Fidel se caracterizó por ser austero (no llevaba a su mujer de viaje y obligó a sus padres a pagar su gasolina cuando fueron a visitarlo). Promovió la eliminación del latifundio y la creación del hombre nuevo, que se olvidara de sus intereses en favor de la comunidad. Él mismo hacía trabajo voluntario como obrero para dar el ejemplo.

Nada de esto le sirvió para evitar que bajo su dirección la economía cubana colapsara.

Convencido de que había que extender la revolución, se desliga de sus funciones en Cuba y se dedica a instalar focos de guerrillas en otros países del tercer mundo. Muchos de ellos se convirtieron en movimientos terroristas.

No le importaba morir con tal de lograr sus sueños y así adoctrinaba a sus soldados: “Imagínense que ya están muertos y vivan lo que les queda como un préstamo”.

Con la intervención de la CIA lo asesinan en Bolivia en 1967 (Estados Unidos no estaba dispuesto a aceptar otra Cuba en el Continente). Sus restos fueron sepultados en Cuba 30 años después, y honrados como “símbolo de las mejores banderas”.

Muchos de los que llevan una camiseta con su emblemática foto son homosexuales o cristianos que no tienen ni idea que el Che los detestaba y disfrutaba fusilándolos por sus creencias e inclinaciones.

Para colmo se dice que es una especie de santo para los indios en Bolivia. Pero fueron ellos mismos los que revelaron su escondite para que lo mataran.

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