En uno de sus “Panfletos Liberales”, el brillante economista y catedrático Carlos Rodríguez Braun, menciona un estudio de la Universidad de Newcastle sobre las escuelas privadas “low cost” y su contribución a la educación en países subdesarrollados.
El estudio da cuenta de la proliferación de estas escuelas en países como Pakistán e India, y señalaba que en algunas zonas la mitad de niños pertenecientes a hogares que ganaban un dólar por día, optaban por este tipo de educación. Incluso teniendo la posibilidad de asistir gratuitamente a la escuela pública. Y que algo parecido estaba ocurriendo en algunos países de Africa.
El sector privado no solo está ayudando a los más necesitados incursionando en este tipo de escuelas y dando becas, sino que está ofreciendo una mejor calidad de lo que ofrece el sector público.
Al aplicar estrategias de mercado en la contratación de los profesores, puja por la selección de los mejores y expulsa a los mediocres y menos interesados. Esto no pasa en las públicas porque se impone el criterio político y la sindicalización de los maestros.
Muchas de estas escuelas enseñan además en inglés, y esto es muy valorado por las familias.
Los políticos no quieren que esto se reconozca. Sería admitir que ni para eso se justifica su existencia. Insisten en que lo mejor es la intervención pública, porque la educación privada es solo para ricos y no está “planificada” ni es “igualitaria”. Pero todo esto es falso y la prueba es que los pobres mismos prefieren pagar con tal de no recibir lo que consideran de peor calidad por parte del gobierno.
En República Dominicana harían lo mismo. Incluso de hecho lo hacen desde que tienen la oportunidad. Porque no son idiotas. Y saben perfectamente que por más planteles escolares e inauguraciones sonoras que les mercadean, lo que reciben como educación es vergonzosamente malo.