Yuval Noah Harari es un profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén y ha escrito unos libros que son unos verdaderos fenómenos editoriales.
Lo que Harari cuenta en estos libros es bastante espeluznante. Entre las cosas que dice es que, gracias a la revolución tecnológica y a la utilización de la inteligencia artificial, los seres humanos vamos camino a ser totalmente irrelevantes. No dentro de mil años, sino en las próximas décadas. Y esto no solo será así para obreros y mecánicos sin estudios universitarios, sino para médicos, financistas, abogados y muchos más.
Desde un celular se podrá retratar el iris, y el aparato te diagnosticará un problema en el hígado y lo que debes tomar. Con otra aplicación, sabrás si vale la pena demandar a un inquilino que no paga o si es mejor ahorrarte los honorarios del abogado porque según la ciudad donde vivas perderías el pleito. Y serán las computadoras inteligentes y no los brokers las que tomen las decisiones de inversión en la bolsa de valores. Decisiones éstas mucho más acertadas porque el cerebro humano no puede competir con la capacidad de analizar datos de estas máquinas, y para colmo las emociones muchas veces le nublan la razón.
Nos encaminamos también a un mundo donde los vehículos no necesitarán un chofer humano. Y por supuesto, habrá menos accidentes, porque el robot es frío y calculador y no se emborracha.
Las revoluciones ya no se llevarán a cabo en contra de la explotación de los fuertes contra los débiles, como tradicionalmente ha sido. Ahora los hombres lucharán, no porque se les oprime, sino simplemente porque no se les calcula.
La batalla estaría perdida de antemano porque así como no se le puede exigir a nadie que nos ame, tampoco se le puede exigir que nos necesite.
La biotecnología terminará evitando a su vez que envejezcamos y nos enfermemos. Tardaremos mucho más en morir pero sobraremos en el sistema. El futuro no nos tendrá en cuenta.
Muchas de estas posibilidades existen desde ya, pero están retenidas por cuestiones éticas. Lamentablemente no existe poder político ni académico que sea capaz de esconderlas por mucho tiempo más.