De entrada, conviene decir que en la ocasión se trata de ejercicio de lectoescritura sobre el ensayo epistémico de Daniel Vargas, intitulado El sistema ético-moral: últimos hallazgos, inserto en la obra antológica de la profesora Lusitania Francisca Martínez, cuyo contenido lleva la titulación global de Filosofía dominicana: pasado y presente, tomo I, obra publicada bajo los auspicios del Archivo General de la Nación.
A renglón seguido, cabe comentar que este ensayo constituye un aporte interesante para la comprensión de la ética como disciplina filosófica, sobre todo, si el sujeto cognoscente es diletante o aprendiz incipiente de esta materia, por cuanto el autor de semejante escrito procura crear un sistema, dotado de engarce total, ya que en su contenido hay principios, valores e indicadores morales.
Basado en esta perspectiva sistémica, el escritor ofrece una definición innovadora sobre la disciplina filosófica abordada en su ensayo, en tanto sostiene que la ética se ocupa de estudiar los principios, los valores, los indicadores morales, las normas y las acciones humanas valoradas en la sociedad.
Luego, hace reiteración sobre dicha conceptualización, tras referirse a la ética como una reflexión acerca de los principios, de los valores e indicadores que orientan la acción moral, así como los juicios normativos que explican dicha praxis de naturaleza humana.
De igual manera, nos queda enteramente claro que la ética constituye la teoría o reflexión que suele realizarse sobre la praxis humana en la escena social, mientras que la moral viene a ser el objeto de estudio de esta disciplina filosófica, a sabiendas de que la acción práctica de la mujer u hombre puede verse mediante los indicadores derivados de los valores.
A cualquier sujeto cognoscente le puede llamar la atención de que el reputado filósofo descarte la necesidad o el derecho como fuente originaria o fundamento de los elementos integrales del sistema ético-moral, ya que se colige que el sustrato básico de semejante fenomenología radica en el amor por sí mismo, por el otro o por la humanidad.
Como el sistema prohijado en semejante conceptualización incluye obviamente la moral, el autor de este interesante ensayo describe que esta categoría filosófica constituye una realidad social concreta, cuyo objeto de estudio es la praxis, por cuanto se trata de un fenómeno observable mediante los indicadores y las acciones humanas, cuya valoración puede calificarse de positiva o negativa.
A juicio de Daniel Vargas, ni el utilitarismo ni el derecho positivo tampoco pueden ser el fundamento de la moral, ya que, aun cuando toda persona quede considerada como ser social, las necesidades ínsitas en él traen consigo la negación de los valores éticos, de suerte que igualmente el comportamiento humano propende a desviarse.
Tal como queda dicho, el sistema ético-moral muestra en su contenido cinco principios, a saber: Bondad, verdad, libertad, justicia y unidad. De ellos, surgen entonces un conjunto de valores y de estos a su vez se desprenden indicadores morales mediante los cuales cualquier observador puede evaluar la conducta, el comportamiento o la praxis humana.
Según la perspectiva de este ensayista, los principios constituyen ideales reguladores, por cuyas características son universales, absolutos, inmutables e invariantes y todo sujeto pensante los lleva en su interioridad humana de manera apriorística.
Siguiendo la misma línea conceptual, puede decirse que los valores son juicios éticos derivados de los principios que concitan iguales atributos, por tanto, son universales, absolutos, inmutables e invariantes, por cuya razón tales piezas claves de la consabida sistematización dan cabida para la existencia de los indicadores morales.
Y dentro del sistema ético-moral objeto de comentario, cabe conceptualizar que los indicadores son correlatos empíricos relacionados con las conductas, acciones y actitudes que denotan y manifiestan un valor determinado, los cuales son mutables y relativos, por depender de la cultura o espíritu popular y del contexto témporo-espacial.
Como cierre de semejante ejercicio intelectual, Daniel Vargas contemporiza con los demás autores de la disciplina filosófica que versa sobre la ética, tras dejar sentado en su ensayo que la acción moral ostenta tres presupuestos, a saber: La intención que denota la teleología o finalidad del acto; la libertad del agente moral, ya que este actor ha de estar libre de egoísmo o de otra fuerza. Y también resulta requirente la consciencia, puesto que la persona debe discernir sobre el despliegue de su conducta.