El gobierno tiene que ponerle mucha atención a lo que sucede alrededor de las “Fiestas populares” que cada fin de año busca llevar alegría a cada provincia del país.
Llama a la suspicacia lo que ha estado aconteciendo en los últimos días entre bandos que persiguen manejar el balón en el lado de su cancha, como si se tratara de una competencia feroz que empaña una valiosa iniciativa que comenzó en el 2011 para que los artistas y agrupaciones de todos los géneros sean parte del catálogo musical en estas actividades gratuitas y llevar alegría y diversión a la familia dominicana. Pero lo que más se comienza a llevar es intranquilidad y duda, queriendo matar la gallina de los huevos de oro con denuncias aéreas y superficiales.
Todo aquel que persigue dañar la honradez de alguien lo primero que hace es utilizar los medios de comunicación para montar presión llamando a la competencia ladrón o corrupto, porque el micrófono, el papel y las redes sociales aguantan todo. Y así van matando la buena intención de esta plataforma y que la industria musical dominicana no tenga una Navidad más activa, con mayores oportunidades para la clase artística, que brinda su talento a todo el pueblo.
Siempre hemos abrazado la idea de que la plataforma de las “Fiestas populares” de la Presidencia de la República no sea manejada por un solo productor o empresa de eventos de un compañerito o amigo de tal funcionario para cubrir los 48 730 km cuadrados que tiene la República Dominicana, porque “lo mucho hasta Dios lo ve”.
Si es posible, se puede dividir la responsabilidad por región para que cada productor asegure buenos montajes en conjunto con las gobernaciones de cada provincia. Pero con lo primero que hay que cumplir es con lo que establece la ley, los llamados a concurso para que todo se ejecute con transparencia.
Ojalá que los asesores artísticos del Poder Ejecutivo cumplan con su rol con un buen plan y así asegurarles la comida a las orquestas, artistas, managers, promotores, locutores, presentadores, productores artísticos, sonidistas, propietarios de luces y tarimas, entre muchos otros que esperan diciembre para comer pavo. l