Diego Sosa
Diego Sosa

Cuando queremos o necesitamos que otros aprendan solemos tomar varios caminos: No hagas, es uno de ellos; Si te equivocas, te penalizo, es otro; Aprende a aprender, es mi favorito.

Claro que existen combinaciones e intermedios, pero me basaré en estos tres para lo que quiero explicar hoy.

Un difundido video en un zoológico muestra un osito que resbala y cae al agua; la madre se lanza apresurada y se coloca detrás de él cuando intenta subir por las piedras. Se queda en esa posición sin tocarle, mientras su criatura intenta subir con todos sus esfuerzos posibles. Una vez está encima y a salvo, la madre también sale.

Los humanos vivimos a diario nuevos aprendizajes, ya sea por ser crías, hijos, parejas, trabajadores y más.

Hay frases que impiden el aprendizaje, como una que me retumba en los oídos desde que era muy pequeño: “Muchacho, no inventes”. Esta lleva al primer método que mencioné al iniciar: No hagas. Con él no podemos aprender, la solución es que alguien lo haga por nosotros. Al final, terminamos no intentando nada nuevo.

El segundo método que señalé es el de las multas al equivocarnos. Si hacía algo y me salía mal, por lo menos una reprimenda tenía. Criar con el centro de los castigos por delante es muy perjudicial para aprender. Terminamos buscando la posibilidad de no tener que hacer, así no es posible equivocarse, por lo que tampoco recibiremos multa. A tal punto de que si tenemos colaboradores siempre les echaremos la culpa, así la consecuencia no la sufriremos nosotros.

La mamá osa nos enseñó el tercer método: Dejar hacer con supervisión y apoyo. Esta es una versión que me fascina. El osito aprendió a salir porque su madre le permitió aprender. Con su presencia, ella le tendió una red de seguridad y le enseñó que puede equivocarse, pero que siempre contará con ella.
¿Puedes detectar hoy una situación y ayudar a alguien a que aprenda a aprender?

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