Popularmente se usa la expresión “irse con el amague” para referirse a una acción realizada deliberadamente para engañar y provocar una reacción particular. Su uso es frecuente en el baloncesto para señalar cuando un jugador hace un movimiento, una “finta”, buscando confundir al rival. Esto es lo que nos pasó, nuevamente, con la reforma al Código Penal y mira que a quien suscribe le gusta promover el lado Coca Cola de la vida, pero ya este tema parece no tener un lado bueno.
Hace unas semanas mencionamos que el Senado había aprobado el proyecto y remitido el mismo a la Cámara de Diputados, extraño movimiento si tomamos en cuenta que se acercaba el final de la legislatura y que la próxima legislatura (si se pretende dar ribetes de continuidad al tema) contará con una nueva matrícula de legisladores, los elegidos para representarnos desde el 16 de agosto de 2024 hasta el 16 de agosto de 2028.
Urgidos como sociedad nos sumamos a la obra teatral, en las universidades se organizaron foros para discutir las virtudes y defectos del proyecto, importantes medios periodísticos realizaron tertulias y almuerzos para tratar el tema, se dedicaron artículos, entrevistas, editoriales, una que otra campaña pagada y todo para terminar en lo mismo, nada.
Previo al cierre de la legislatura, en uno de sus encuentros semanales con la prensa, el Presidente Luis Abinader expresaba que el proyecto debía estudiarse y consensuar mejor, que muchos artículos podrían afectar la lucha contra la delincuencia y la seguridad ciudadana, por lo que no veía prudente que se aprobase ahora, ni siquiera extendiendo la legislatura. Además, agregó que era una pena que eso (en referencia al proyecto) tenga 20 años y todavía tenga imperfecciones independientemente de diferencias ideológicas y de criterios.
Creo que hasta el propio primer mandatario “se fue con el amague”, primero porque es poco responsable decir que “muchos artículos” afectarán la lucha contra la delincuencia y la seguridad ciudadana sin concretar cuáles artículos, difícil pronóstico, además, viendo los niveles actuales de delincuencia e inseguridad. Por otro lado, es falso eso de que el proyecto tiene 20 años, porque no se trata de la misma pieza, si existe la “intención” de reformar el Código hace más de 20 años, pero hemos tenido múltiples proyectos, muy diferentes entre sí, por citar un ejemplo, hace 10 años se aprobó un proyecto (Ley núm. 550-14, posteriormente declarada inconstitucional por defectos de forma) con una estructura y diseño muy diferente al proyecto que aprobó el Senado.
La reforma penal debe estudiarse más, pero de forma consciente y con la intención de mejorar la pieza. De igual forma, como sociedad requerimos de consensos y está no es la excepción, pero también requerimos de compromisos, basta ya de que nos hagan el mismo amague, cambiando los equipos, los jugadores, pero siempre el mismo amague y caigamos en la trampa, 20 años después lo que podemos concluir es que no hemos contado con un Congreso que quiera cambiar el Código Penal que desde el siglo XIX tenemos.
Tenemos la oportunidad de compilar las normas penales, los parches legislativos que durante años hemos acumulado, de decidir la política criminal que queremos implementar, de dotar a jueces, fiscales y abogados de herramientas jurídicas propias de una sociedad de este tiempo. El 16 de agosto iniciará una nueva legislatura, con una super mayoría por parte del partido de gobierno, si la intención es dotarnos de un nuevo Código Penal no habrá mayor dificultad, todo lo demás es más de lo mismo de siempre.