El establecimiento de relaciones diplomáticas entre China y la República Dominicana ha sido recibido con entusiasmo principalmente porque se considera que abre numerosas oportunidades económicas para el país.
El entusiasmo es entendible. Sin embargo, no debe haber espacios para expectativas desmedidas y los riesgos más obvios no deben ser ignorados. Por fortuna, no estamos partiendo de cero: hay varios países de la región con relaciones políticas y económicas con China desde hace una década o más, cuya experiencia hay que conocer. En general, los resultados económicos no han sido extraordinarios. Pero, para ser justos, no se debe pretender que las relaciones económicas con China constituyan un golpe de timón económico o incluso que todas las oportunidades que pueda ofrecer sean aprovechadas.
Después de todo, y aunque sea muy obvio, los problemas estructurales de nuestra economía, las desiguales relaciones de poder que prevalecen y las inequitativas instituciones que nos damos no desparecerán porque encontremos un nuevo socio económico, por más grande e influyente que sea.
La aproximación estándar a las relaciones económicas entre países presta atención prioritaria a dos áreas: el comercio, incluyendo el turismo, y las inversiones. En el caso que nos ocupa, las preguntas inmediatas son: ¿Cuál es el potencial de la relación con China? ¿Cuáles son las oportunidades? ¿Y los riesgos?
Comercio: ¿pocas oportunidades y muchos riesgos?
La República Dominicana y China comercian desde hace años, sin que haya habido relaciones políticas que les sirvan de marco. El establecimiento de éstas, en sí mismo, no suponen un impulso directo al comercio porque los términos de las relaciones comerciales no han cambiado. Sin embargo, por un lado, bajo el amparo de relaciones diplomáticas se puede abrir un espacio para negociar un acuerdo comercial que influya sobre los montos y la composición del comercio. Por otro lado, las relaciones políticas respaldan inversiones y éstas pueden venir aparejadas de flujos de comercio.
Un primer paso para aproximarse a las potencialidades de las exportaciones hacia el mercado chino es identificar qué es lo que ese país está importando y exportando, cuáles productos son los que registran un crecimiento más veloz de las importaciones y compararlos con lo que el país exporta.
De los 20 principales grupos de productos que China importa, sólo cuatro aparecen en la lista de principales que exportamos: artefactos eléctricos, dispositivos médicos, manufacturas de plástico y piedras y metales preciosos. Pero, los productos específicos que China importa de esos tres grupos son distintos de los que exportamos. En el caso de artefactos eléctricos, importa principalmente circuitos integrados y microestructuras electrónicas, que usa para ensamblar productos electrónicos. En dispositivos médicos, pasa lo mismo: importa componentes sofisticados. En plásticos, importa insumos en sus formas primarias mientras que lo que exportamos son productos plásticos terminados, como envases para alimentos y otros. Y en metales y piedras preciosas, no importa oro, que es lo que exportamos, sino diamantes, platino y plata.
Cuando se consideran los diez grupos de productos en los que China registra un crecimiento más intenso de sus importaciones entre 2013 y 2017, apenas uno coincide con los diez productos de exportación más importantes del país: calzados y sus partes. Pero resulta que China también es un importante exportador de calzados, lo que podría suponer que entrar en ese mercado con ese tipo de producto es difícil.
No obstante, hay que reconocer que, siendo el mercado chino tan grande, no hay que aspirar a exportar lo que más importan. Para una economía tan pequeña como la nuestra, lograr colocar con éxito algunos productos con un peso y un dinamismo intermedio o hasta bajo podría ser significativo.
Exportaciones agropecuarias y agroindustriales
Algunos ven oportunidades en la exportación de productos agropecuarios y agroindustriales. La tierra y el clima dan ventajas al país en este tipo de actividades. Pero, en el caso de los productos frescos, esas ventajas sólo son aprovechables en la medida en que logremos controles sanitarios rigurosos. En esa materia, nuestro historial está lejos de ser impecable.
Sin embargo, hay que advertir de varios factores en contra. Primero, por ser perecederos, el costo y los riesgos en el transporte son mayores. Segundo, es muy probable que haya una intensa competencia de países con similares o mejores condiciones que el nuestro y más cercanos a China. Tercero, la experiencia costarricense con sus exportaciones de piña indica que el proceso de obtención de permisos sanitarios en China es largo y difícil. Se conoce que la burocracia china es dilatada y usa activamente barreras no arancelarias (p. e. permisos y requisitos) para regular las importaciones.
La competencia de las importaciones
Desde el punto de vista de las importaciones desde China, si se liberaliza el comercio, una parte importante de la producción industrial local puede ser desplazada. Las actividades potencialmente vulnerables podrían representar más del 40% de la producción manufacturera local total. Ejemplos de ellas podrían ser la fabricación de sustancias y productos químicos, de metales comunes, de productos de plástico y caucho, y la elaboración de confecciones textiles y productos de cuero y calzado.
Aunque lo anterior no dibuja un panorama alentador, la mejor lectura es que hay que medir bien las potencialidades y los riesgos y actuar estratégicamente. Esperar no es una opción porque nada cambiará ni se aprovecharán las oportunidades que puedan existir. Pero tampoco lo es aceptar, por ejemplo, un acuerdo comercial como los que hemos firmado antes, que liberaliza todas o casi todas las importaciones de bienes.
En este punto, hay dos cosas que deben considerarse seriamente. Primero, la posibilidad de lograr un acuerdo comercial con China que reduzca barreras críticas para exportaciones dominicanas con potencial en ese mercado (incluyendo barreras no arancelarias) y que no exponga en demasía a la industria local. Se puede seguir el ejemplo de Costa Rica, país que firmó un tratado de libre comercio con China en el que más de 30% de los productos quedaron reservados, esto es, no sujetos a libre comercio.
Segundo, China y sus empresas son las más demandadas en el mundo por prácticas comerciales desleales como subsidios y dumping. Por ello, cualquier acuerdo requeriría reforzar las provisiones en esa materia y fortalecer las capacidades nacionales de defensa comercial.
Inversiones
Lo más prometedor de las relaciones económicas con China son las inversiones que puedan hacer empresas de ese país acá. Pero para que tengan un impacto importante en el bienestar, hay que tener una visión clara del tipo de inversiones que son deseables y, a la vez, posibles.
Lo deseable es que las inversiones sean nuevas (greenfield) y no la compra de empresas existentes (brownfield), que generen muchos empleos, que al menos una parte de ellos tengan vocación de transformarse hacia unos de más calidad, demandando más calificación y que generen divisas a través de la exportación.
La factibilidad (lo posible) tiene que ver con que las inversiones tengan sentido para las empresas chinas, lo cual puede depender de los costos que prevalezcan, la ubicación y las facilidades logísticas, las capacidades laborales y el acceso a un mercado objetivo como el de Estados Unidos. Una o varias de esas ventajas pueden animar a empresas chinas a invertir en operaciones complementarias en territorio dominicano para, por ejemplo, procesar insumos fabricados en China, empacar y distribuir.
Por eso la pregunta relevante es si alguna o varias de esas ventajas puede compensar la desventaja de la distancia y el costo de transporte entre China y el Caribe. La respuesta no es obvia y depende del producto y de la naturaleza del proceso requerido. Por ejemplo, mientras más valor agregado tengan los insumos, menor es el costo de transporte por dólar transportado.
Turismo
Como ya se ha dicho, morder una fracción del turismo chino sería de mucho provecho. Pero la tarea es difícil, tal como lo demuestra la experiencia de Cuba, con muchos años de estrechas relaciones políticas y económicas con China. Primero, la distancia entre Asia y el Caribe es grande y el número de horas de vuelo muy alto. Eso desincentiva la visita al Caribe. Segundo, los destinos de playas tropicales no son precisamente los preferidos del turismo chino. Pero, además, en Asia y el Pacífico abundan esos destinos, a una distancia mucho menor que el Caribe.
Sin embargo, para el turista chino, la experiencia es más importante que el costo y su capacidad de gasto es mayor que el turista no chino. Esto puede abrir una ventana de oportunidad y, si se le saca provecho, podría contribuir a cambiar el perfil del turismo en el país y a acrecentar el gasto por turista por día. Además, prefieren paquetes turísticos antes que turismo independiente, una modalidad en la que tenemos amplia experiencia.
Todo lo anterior debe ayudar a poner los pies sobre la tierra, y hacer evidente que sacarle provecho económico a la relación con China será una tarea difícil que requerirá inteligencia, hilo fino y determinación.